16/7/08

Religión

“las buenas personas hacen cosas buenas y las malas personas hacen cosas malas, pero para que las buenas personas hagan cosas cosas malas es necesaria la religión”

Variación sobre una cita de Steven Weinberg

11/7/08

Nazis de ahora

Benito Berlusconi pretendía que los ciudadanos de su país que no pudieran acreditar su pertenencia a su raza aria, como los gitanos, fuesen fichados como criminales en potencia, dejando “sus impresiones” dactilares en una ficha policial. El recuerdo es inevitable. La locura nazi de exterminio comenzó siendo un decreto, una letra pequeña que apenas hacía prever su efecto de mecha para el gran incendio posterior del exterminio.

El poeta Bertolt Brecht, dicen que inspirándose en un poema del pastor protestante Martin Niemöller, explicaba cómo aquella gran tragedia colectiva fue creciendo gracias a la pasividad de una población cómplice y cobarde. “Primero vinieron a por los judíos y no dije nada porque no era judío. Después vinieron a por los comunistas y no dije nada porque no era comunista. Más tarde vinieron a por los sindicalistas y no dije nada porque no era sindicalista. Luego vinieron a por los católicos y no dije nada porque era protestante. A continuación vinieron a por mí, reaccioné y grité, pero ya era demasiado tarde: ya no quedaba nadie que hiciese algo por mí”.

Por fortuna, parte de Europa conserva viva la memoria, y expresó ayer al aprendiz de Duce italiano su rechazo al tufo nazi y racista de sus pretensiones… con la oposición del Partido Popular Europeo, del que es miembro destacado el Partido Popular español, que intentó impedir previamente que se celebrara la votación en la Eurocámara.

Impedir la votación hubiera suavizado las consecuencias de la felonía. Pero verse en la obligación de disculpar al Duce es ya una confesión de parte. La lucha contra los inmigrantes que presuntamente ocupan los puestos de trabajo de los nacionales empieza a ser parte de la hoja de ruta de la derecha europea para captar los votos de los trabajadores zarandeados por la crisis económica.

Así comenzó todo por entonces. Quizá sólo esperen a que la crisis se llame recesión para que comience la cacería.

De aquí.

26/6/08

Pisitófilos Creditófagos (sobre pensiones)

El mal llamdo SISTEMA DE CAPITALIZACIÓN es más piramidal que el denigrado con la injusta denominación de SISTEMA DE REPARTO.
Como saben, lo que hay en materia de pensiones es la descarga del pilar I (cotizaciones obligatorias "tributarias" + gestión pública "presupuestaria") en favor de los pilares II (cotizaciones obligatorias + gestión privada) y III (cotizaciones voluntarias + gestión privada).
¿Por qué nos empeñamos en elaborar cuentas corrientes individuales con las cotizaciones/pensiones y no con los demás conceptos del gasto público?.
El que hoy haya un tributo (que se exacciona con las nóminas) afecto a la financiación de las pensiones no quiere decir nada.
Es estúpido pensar que "lo que yo cotizo es mío" ("la parte de mis tributos que van a financiar mis seguros es mía"). Si te mueres antes de llegar a la edad de jubilación, ¿acaso "tus" cotizaciones forman parte del caudal relicto?.
Los chicos del sistema financiero, encantados de la vida, gestionando los "patrimonios de cotizaciones" individualizados artificialmente.

En el momento en que permitamos que un político elabore la cuenta de nuestras cotizaciones y nuestras expectativas de pensiones, estaremos perdidos.
De hecho, los llamados "sistemas de capitalización" sólo funcionan en economías cerradas y todavía no desarrolladas porque canalizan fondos públicos a la Bolsa local.
¡Es que es una memez tan gorda que no entiendo cómo hay gente que se lo cree!. Pasa igual que cuando decían que El Pisito podía ajustar en el "corredor neoclásico"; evidentemente, El Pisito era un antimercado; la "ley de la oferta de y la demanda" no tiene nada que hacer en ninsgún montaje piramidal-generacional de tangibles sobrevalorados.
¡Es que da grima la sola idea de que me van a incorporar lo que llevo cotizado a un "cheque de pensiones" del que voy a disponer entregándoselo a un fondo privado que va a comprar acciones de Telefónica, Repsol, etc.!. ¿No se dan cuenta que eso es, precisamente, lo que es una pirámide?. ¿No se dan cuenta que, por esa vía, hemos sacado del Presupuesto General del Estado la carga de las pensiones y se la hemos enchufado a las Cuentas de Resultados de los empresones cotizados?.

¿Dónde está escrito que, por cotizar en la Bolsa, has de cargar con el pago de las pensiones de jubilación de la población?.
Si la recaudación tributaria es insuficiente, pues, se reduce el gasto y punto pelota.
La contabilización independiente de cotizaciones y pensiones es una ficción de la Contabilidad Presupuestaria. Y es una ficción "ideológica", en el sentido de que, sobre ella, se apoyan intereses privados bastardos, administrables en el caso de un Chile de hace 25 años, pero inviables hoy en día.
¿Por qué no empezamos a liberalizar suprimiendo las Cajas de Ahorros, banca pública, provinciana y política, residuo de una concepción trasnochada del capitalismo paternalista integrador vertical de clases?.
Finalmente, del mismo modo que se nos ha engañado con que nuestras pensiones eran El Pisito, ahora se nos quiere engañar con que nuestras pensiones, en vez de ser una rúbrica más del Gasto Público, es nuestra participación coactiva en determinados fondos festionados privadamente. Ya verán si hay o no pirámide cuando lo que entre en esos fondos no de para pagar a los que se salgan.

McCoy, lo que me sorprende es que, aprovechando que el Pisuerga pasa por el Valladolid de las pensiones, arremete usted contra la clase política.
Para justificar la ignominia de la reducción de los mal llamados "derechos pasivos" por la vía de la golosísima privatización de la gestión de cierto dinero que, según usted, el Estado "debe" a los trabajdores en activo que llevan tiempo soportando la retención de las cotizaciones en sus nóminas, para justificar esta salvajada, digo, arremete usted contra los políticos.
El crash inmobiliario ha dejado a los políticos sin la actividad con la que complementaban sus mierdas de sueldos públicos. Deberemos ir acostumbrándonos a polítiquerío cutre porque, evidentemente, no les vamos a subir los sueldos con la que está cayendo.
De este modo, la crisis de la clase política se hace mucho más profunda de lo que parece y a los ennanos que empiezan a crecerles (los políticos regionales con sus seperatismos, p.e.), se le intentan unir ahora los privatizapensiones. Quizá es el momento, con la Bolsa en fase principal bajista.

De aquí

24/6/08

Vendedores de muerte

El hecho es conocido: la religión, después de un periodo de contención en la vida privada, ha vuelto a la escena pública. En esta nueva edad de los espíritus santos, la fe vuelve a repartir dividendos económicos y réditos políticos y militares, además de pingües beneficios editoriales.

Aunque se trate de hechos que poseen etiologías diferenciadas, después del 11-S tenemos la impresión de que existe algún parentesco entre, por ejemplo, la constitución del lobby de teólogos de la Administración conservadora estadounidense, la competición del "diseño inteligente" con la biología científica, el conflicto de los símbolos sagrados que conmueve a la opinión e incluso la salida de los obispos españoles a las manifestaciones callejeras armados con banderas.

Gracias a este giro espectacular, además de volver a disfrutar de las gloriosas guerras de religión, tenemos otra vez (¡quién lo hubiera dicho!) teología en los periódicos; y no en L'Osservatore Romano o en el prodigioso Alfa y Omega, en donde dormitaba como una rancia antigüedad, sino en las mismísimas tribunas de opinión, disputando el sitio a la calderilla de las controversias nacionales o internacionales y adornándolas con el timbre de profundidad contemplativa de cuya carencia tanto nos lamentábamos, ese toque de seriedad que estremece el gesto del lector cada vez que se pronuncia el ominoso vocablo trascendencia; un vocablo cuyo sabor a muerte se diría calculado para convertir todo lo que le rodea en intrascendente.

En nuestro entorno, los militantes más patrióticos de la oposición transfiguran a sus líderes en iconos de la imaginería sacra y los más píos intelectuales de idéntica filiación se afanan abrillantando con aditivos dignos de la comida rápida las demostraciones medievales de la existencia de Dios en algunos medios especializados en el periodismo especulativo; cosa que no debería sorprendernos considerando que, como nos recuerda José María Ridao en su antología Por la gracia de Dios, en España la expresión "derecha liberal" ha designado frecuentemente una quimera, y el consenso letrado en torno a la separación entre la Iglesia y el Estado ha sido bastante ilusorio.

Últimamente se ha unido a la faena teológico-periodística el ilustre Peter Singer (¿El Dios del sufrimiento?, EL PAÍS del 1 de junio), mejor pertrechado de sentido del ridículo que nuestros sabios conservadores, relatándonos su polémica con Dinesh d'Souza sobre la existencia de Dios, tema que hasta ahora no habíamos incluido en la agenda de nuestros sobresaltos cotidianos. Así que, antes de que los tertulianos se vean obligados a posicionarse en torno a este problema y la disputa llegue al Parlamento, permítanme un aviso: el clásico pero imbatible argumento que presenta Singer -el sufrimiento de los justos y de los inocentes en este mundo- no prueba que Dios no exista (sólo Gustavo Bueno, hasta donde llega mi información, estaría en condiciones de acometer un programa científico de esta envergadura), sino que es un ser malo y despiadado, inferior en sensibilidad moral a muchas de sus criaturas, pues de otra manera su omnipotencia no podría tolerar ese dolor. Cierto.

Pero, en lugar de perder tiempo en refutaciones escolásticas contra los teólogos que extraen su malbaratada actualidad de estas controversias, ¿por qué no concentramos nuestros esfuerzos en las deidades accesorias que, día tras día, sirven en el mundo para justificar, no solamente el sufrimiento de los animales que tanto preocupa al profesor Singer, sino también el de millones de seres humanos cuya aspiración a la dignidad y a la felicidad es sacrificada en nombre de las más variadas causas, que, incluso aunque no lleven el nombre de Dios grabado en su frente, operan como iglesias triunfantes aplicadas a calmar la sed de trascendencia de los mortales?

El motivo último del rendimiento social de la religión reside en que ella es -junto con la patria, de la que resulta a menudo indisociable- la principal productora de una de las más tiránicas divinidades despiadadas de estos días, la identidad, elemento dominante de la nueva forma de pobreza material y moral que se extiende por nuestras sociedades sustituyendo el Estado de derecho por esos estados de emergencia que a veces amenazan con imponerse en Europa, y que aprovecha el vacío de proyecto político para ocupar el espacio público con conflictos privados, pasionales e irresolubles, que hacen aparecer a la democracia como un régimen superado y prescindible.

Quienes luchamos por una polis verdaderamente aconfesional hemos de defender hoy enérgicamente el derecho de los no creyentes, es decir, el derecho a no creer, pero no solamente en el Dios de Dinesh d'Souza, sino en ninguno de los dioses del sufrimiento, por muy aparentemente laicos que sean sus atuendos. No creo que nos resulte difícil detectar a nuestro alrededor la presencia de estos demonios de la trascendencia. Otro día les hago una lista.

De aquí

19/6/08

La libertad contra los otros

Cuando la Iglesia era libre, y no una Iglesia perseguida como la de hoy, según el fino análisis de monseñor Cañizares, de las paredes de las aulas de colegios y universidades, y de los organismos oficiales, colgaba la representación macabra de un Gólgota, con su Cristo crucificado y los dos ladrones en sus flancos: Franco y Primo de Rivera, el precursor de la FAES (Falange Española).

La Iglesia era muy libre, libre para toda clase de desmanes, como ser delatora y cómplice en los juicios sumarísimos, una pantomima procesal donde se enviaba al patíbulo a los impíos (amalgama que englobaba a la oposición al régimen y a los vagos y maleantes entre los que se incluía a los homosexuales).

Era libre para denegar certificados de buena conducta, para inmiscuirse en nuestra vida sexual, para divorciarnos en el Tribunal de la Rota, previo pago de sumas de dinero fabulosas, para suplantar al Estado en los contratos de matrimonio, para monopolizar buena parte de la enseñanza. En aquellos años maravillosos en que la Iglesia era libre, un capellán castrense me metió dos días de arresto por no saludarle marcialmente.

Como ahora está perseguida, la gente descreída sustituye el belén por el ateo árbol de Navidad, y tan sólo los presidentes meapilas de los equipos de fútbol ofrendan a la Virgen sus éxitos deportivos, con lo forofa que es de este deporte la madre de dios.

Como residuo contaminante sin tratar, todavía permanecen ciertos tics, como las celebraciones de los santos patrones sectoriales. Por ejemplo, el 24 de junio se celebra en Madrid (no sé si ocurre lo mismo en el resto de España) el día de san Juan, el santo patrón de la policía municipal. Con tal motivo, la muy cristiana corporación madrileña ha ordenado a 150 de sus agentes que acudan a misa -en justa reciprocidad con el cura castrense de mi juventud que soñaba con ser coronel-, sean creyentes o del Atlético de Madrid (creo que en ambos casos se necesita mucha fe).

La Iglesia perseguida todavía cuenta así con un equipo de defensores armados, dispuestos a librarla de sus perseguidores a hostias, si es menester. Para entrenarse en tan ardua tarea, los policías buenos, como los de Madrid, reciben hostias en misa el día del santo patrón, como método para curtir su espíritu; y los malos, como los de Coslada, las dan, pero en los prostíbulos. Desde luego, no hay color.

De aquí

19/5/08

Ayuntamiento de Valencia

- Corrupción municipal y licencias de actividad… Una cosa que me llama la atención, como administrativista con experiencia en ciudades como Valencia, de los casos de corrupción en Coslada o Madrid a cuenta de las actividades que requieren licencia, es que se pueda dar la situación en que la policía o funcionarios municipales puedan extorsionar a quienes tienen negocios no legales o no legalizables amenazándoles con el cierre. Porque no se trata, en tal caso, exactamente, de una extorsión. Es, más bien, una especie de simbiosis para delinquir o infringir normar administrativas. Tú haces cosas que no tienes derecho a hacer. Yo hago la vista gorda. Tú, a cambio de eso, me pagas algo. Yo, por lo demás, te tengo bien pillado, dado que al estar tú en situación de ilegalidad, te puedo pedir el oro y el moro. Como es evidente, la capacidad de coacción y el precio que se puede exigir dependen, en ambos casos, de que los incumplimientos de la norma sean la excepción. En otro caso, la intercesión del agente de autoridad y su supuesta protección ven mermado mucho su valor.

Este esquema, como es evidente, no puede funcionar en muchas ciudades españolas, como Valencia, donde ni los funcionarios municipales ni la policía tienen capacidad de actuación frente a negocios como locales de copas, de ocio, clubes y demás que funcionen sin licencia. Mi experiencia me ha permitido descubrir, a ver si un día lo tratamos en profundidad, que en Valencia, y supongo que en otros sitios será lo mismo, las órdenes generales, globales, directamente emitidas desde la Alcaldía, impiden a los funcionarios o a la policía local cerrar cualquier negocio o controlar que cumple la legalidad. Así de sencillo, así de claro, así de fuerte.

Por poner un ejemplo “enteramente al azar”, pongamos que un local lleva dos años funcionando sin licencia y generando enormes molestias y denuncias vecinales. Pues en Valencia seguirá funcionando sin el más mínimo problema a pesar de que la ordenanza municipal prevé que un local sin licencia ha de ser clausurado “inmediatamente”. La interpretación jurídica que hace el Ayuntamiento de Valencia del concepto de “inmediatez” equivale a “cuando haya una sentencia judicial firme” (es decir, que puede equivales a unos 8 ó 10 años). Además, como el local no tiene licencia, las órdenes de Alcaldía son interpretar que, en tal caso, los servicios municipales no podrá ncontrolar ni castigar que infrinja las disposiciones en materia de olores, humos, ruidos, vibraciones… porque esas disposiciones se aplican sólo a quienes ya tienen licencia. Tampoco, por idéntico motivo, pueden controlarse los horarios de cierre ni obligar a cerrar un garito que a las 5 de la mañana permanezca abierto montando un follón de órdago a pesar de que su supuesta actividad de cafetería (sin licencia) le obligue a hacerlo a la una y media. “Como no tienen licencia, no podemos imponerles el cumplimiento de horarios”.

Así de surrealista, así de “jurídico” es el asunto. Con tal cobertura, eso sí, nos ahorramos problemas de corrupción policial. No hace ninguna falta pagar a la poli para tener un local ilegal abierto, dado que la alcaldesa personalmente vela por que todos lo puedan estar y no sufran problemas. Eliminada la corrupción policial y funcionarial, queda la duda de si estamos, por el contrario, ante una corrupción institucional generalizada y a gran escala, ante una manifestación de brutal incompetencia o, simplemente (y es desgraciadamente lo más probable) ante una muestra de desprecio a los ciudadanos y a sus derechos, muy propia de Administraciones que siguen funcionando con patrones de hace décadas, ajenas a cuáles son sus obligaciones.

De aquí

18/5/08

De un cristiano respetable

Muchos nos preguntamos si de verdad el Gobierno será capaz de afrontar las relaciones con la Iglesia de un modo muy distinto a como se viene haciendo hasta ahora. La actual relación se basa en los Acuerdos preconstitucionales Iglesia-Estado del año 79, que venían a sustituir al Concordato del año 53. Estos acuerdos son más propios de la época del nacional catolicismo que de los nuevos tiempos democráticos que vivimos en España desde hace ya muchos años.

En mi opinión, lo que se debiera plantear es una revisión de esos Acuerdos, de modo que se eliminen privilegios, se respeten los derechos constitucionales y se ofrezca una relación más justa e igualitaria a otras religiones que en estos años han ido aumentando muy considerablemente su número de seguidores.
Sería deseable que la Iglesia, en este nuevo marco de relaciones, se esforzara por renunciar a métodos de financiación que no sean los suyos propios. Que comprenda que la enseñanza del Evangelio y de los principios morales debe impartirla a aquellos que son sus fieles, en sus propios espacios y sin buscar apoyos en estructuras de enseñanza que son para todos los ciudadanos y donde hoy coexisten todo tipo de religiones. Otra cosa diferente es que en los centros públicos se imparta la Historia de las Religiones, pero nunca un adoctrinamiento religioso por parte de las diferentes iglesias.
Que elimine la presencia de capellanes militares en el ejército. Que renuncie a utilizar sus medios de comunicación para atacar e insultar sistemáticamente a todo tipo de personas e instituciones y respete escrupulosamente el ideario de unos medios católicos. Y sobre todo, que entienda que estamos en un Estado de Derecho donde convivimos ciudadanos que creen y que no creen y creyentes de varias religiones. Que no puede pretender que el Gobierno, que debe velar por el bienestar de todos los ciudadanos, dicte leyes y normas con los criterios de la jerarquía católica.
Es la propia Iglesia la que debe esforzarse por conseguir que los que creen, practiquen. Así evitarían los problemas de unas iglesias vacías o con personas muy mayores, de la falta de vocaciones y de unos cultos aburridos, monótonos, que no dicen nada a nadie y que alejan a la juventud y a los trabajadores. Que se esfuerce en conseguir que las normas morales vayan dirigidas a los que son creyentes, no a toda la Sociedad. Que sean los fieles los que colaboren económicamente en el mantenimiento de la Iglesia, no todos los ciudadanos. Que procuren que los sacerdotes y religiosos puedan compartir su misión pastoral con un trabajo civil para evitar gastos. Y que entiendan que es en las iglesias donde deben de exponer su doctrina y su moral, más que salir a la calle en manifestación, contra las leyes que dicte un Gobierno que tiene que gobernar para todos los ciudadanos.
Y desde luego, sería deseable que fuera la propia Iglesia quien intentara conseguir que las ceremonias civiles (como el nombramiento de cargos de los ministros), no esté llena de símbolos religiosos como la Biblia y el crucifijo o que los responsables públicos ( en muchos casos no creyentes) tengan que participar en ceremonias religiosas simplemente para cumplir un protocolo, ya desfasado, absurdo hoy en los tiempos que vivimos.
Sería deseable que, Iglesia y Estado, en el marco de unos Nuevos Acuerdos, escenificaran e hicieran visible esa separación en el marco de la aconfesionalidad que nuestra Constitución proclama.
La Iglesia desde luego podría sentirse mucho más libre y también sería más creíble para los ciudadanos.
Pero, visto lo visto en la anterior legislatura, mucho me temo que el Gobierno no sea lo suficientemente firme para recomponer las relaciones Iglesia–Estado como hoy los nuevos tiempos demandan.
Juan Cejudo es miembro del Movimiento por el Celibato Opcional (MOCEOP) y de Comunidades Cristianas Populares

De aquí

13/5/08

Mortadelo y el ladrillo

Alucinantes las variopintas propuestas que se están lanzando desde diversos lobbys económicos tratándole de indicar al Gobierno propuestas para frenar la crisis que afecta a España. Una ya empieza a dudar si confunde realidad con ficción o si las firman Mortadelo y Filemón, pero no, las diferentes medidas que han aparecido en los medios los firmaban las cabecillas pensantes de nuestros lobbys Inmobiliarios y Financieros, eso si con el denominador común de barrer cada uno para su casa.

Pasó a recopilar una muestra, empezando por la que nos envió Carles por email:

- “La Asociación Española de Banca (AEB) pide que el gobierno utilice el fondo de la Reserva de la Seguridad Social para comprar cédulas hipotecarias y bonos bancarios“. En fin, casi ni merece comentarlo, pero no sólo han empapelado a una gran parte de los ciudadanos con hipotecas a 40 años y ahora encima quieren que nos compremos a nosotros mismos nuestras hipotecas con lo ahorrado por el Estado para nuestra jubilación. No es que financieramente me parezca un disparate, es que simplemente es amoral.

- Las propuestas de la Asociación de Promotores y Constructores de Viviendas son de lo más variado. Desde proponer una especie de nueva figura de vivienda protegida con precios entre la VPO y la vivienda libre, una especie de ser mutante que creo que ni ellos entiendes, proponiendo que lo que es una vivienda libre después se convierta en protegida (¿para sacarse el stock que no venden?.

- Que el comprador pague un tipo de interés fijo y el Estado asuma las subidas (es decir todos los españoles pagaremos de nuestro bolsillos el riesgo financiero de los que han decidido endeudarse). Cómo se suele decir ante estas condiciones maricón el último.

- Y cómo no podía faltar toda una serie de deducciones fiscales adicionales para comprar primera vivienda, para deducir impuestos por alquilar una segunda vivienda. Dinero que saldría de los contribuyentes para seguir aguantando el modelo del ladrillo.

Ante semejantes presiones y tonterias, sólo puedo decir…. Solbes RESISTE.

De aquí.

Estado de derecho

Para organizar un Estado laico, lo primero que se precisa es tener la firme voluntad de organizar un Estado laico.

Dicho así, parece una redundancia, o una boutade, pero qué va. Es dudoso que quien se viste de gala para acudir al Vaticano a concelebrar la beatificación o santificación de éste o del otro supuesto mártir hispano, y besa la mano de todos los papas o cardenales que se le ponen por delante, tenga claro que lo que desea es que el Estado que representa sea escrupulosamente laico.

Si bien se mira, es sencillísimo lograr que el Estado español se convierta en laico con todas las de la ley. Basta con tratar a la Iglesia Católica igual que a las demás confesiones religiosas. Se trata de denunciar, por absurdos e improcedentes, el acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre Asuntos Jurídicos, el acuerdo sobre Enseñanza y Asuntos Culturales, el acuerdo sobre Asuntos Económicos y, en fin, el acuerdo sobre Asistencia Religiosa a las Fuerzas Armadas y el Servicio militar de los clérigos y religiosos, todos ellos suscritos por última vez el 3 de enero de 1979, si mi información es correcta. Y poner fin al atávico pago de las amortizaciones que recibe la clerecía para compensarla por las muy moderadas y más que sensatas medidas que tomaron Mendizábal y Madoz allá por los inicios y los medios del siglo XIX, con la comprensible intención de que España se convirtiera en un Estado moderno.

Se trata, por poner un ejemplo, de que el Estado no pregunte a los contribuyentes si queremos que una parte de los impuestos que pagamos vayan a parar a la Iglesia vaticana, por la misma razón que no nos pregunta si deseamos que recalen en la Iglesia taoísta o en el Frente Zapatista de Liberación Nacional.

¿Que una mayoría de la población española es católica? Tengo mis dudas. Pero, de ser así (que no niego que pueda serlo), mucho mejor que se le pone.

Que los fieles de esa Iglesia, de la que son devotos, contribuyan por su cuenta al mantenimiento de su estructura y aseguren el sostén de sus actividades. Son libres de hacerlo. ¿Quién se lo impide? Pero que no reclamen que la organización del Estado se ponga a su servicio.

 

De aquí

10/5/08

last.fm

El perrazo muerto

El cascabel se llama laicismo y el gato se llama Estado español. Entre el cascabel y el gato se interpone un escarmentado perrazo llamado Iglesia Católica que sabemos cuánto ladra, pero no cuánto muerde. El nuevo Gobierno ha amanecido cascabelero y se compromete a reformar la Ley de Libertad Religiosa, aunque no dice cuándo, cómo ni cuánto. Sobre todo no dice cuánto. En la Conferencia Episcopal deben estar temblando de puro miedo. Mira cómo tiemblo, amadísimo Gobierno. La vicepresidenta De la Vega compareció ayer ante la prensa no para mostrar la campanilla laica propiamente dicha, sino para anunciar que el Gobierno tiene preparado un lindo cascabelete para colgar del cuello del Estado, pero sin ofender ni ir “contra nadie”.
El problema, como viene sucediendo de un par de siglos a esta parte, no está en los ofensores, sino en los ofendidos, en esa apretada falange de humillados imaginarios dispuestos a armar la de Dios es Cristo si a algún Gobierno legítimo se le ocurre, pongamos por caso, cumplir la ley con treinta años de retraso y hacer efectivo el laicismo implícito de todo Estado constitucional. Pero la dirección de la Iglesia es experta en ofenderse sin que medie ofensa alguna y, a su vez, el Gobierno teme el gran talento eclesiástico para incendiar los corazones de sus indiferentes parroquianos, la mayoría de los cuales, por cierto, han dejado de ser católicos pero todavía no lo saben. Como no lo quiere saber la Iglesia ni se atreve a saberlo el Gobierno.

De aquí

En el Estado de todos

I. Educarás en igualdad

En España hay 17.000 colegios de titularidad pública y 7.000 concertados o privados. Casi 2.500.000 alumnos de enseñanza no universitaria —uno de cada tres— estudian en centros concertados de ideario religioso. El Estado los financia con fondos públicos, pero deja su gestión en manos de instituciones religiosas. Este modelo es el pilar en el que se sustenta la influencia católica en la sociedad. Históricamente, la Iglesia ocupó así una responsabilidad desatendida por el Estado. La recuperación de la democracia no reformó este modelo, consagrado en el Concordato de 1979.


II. No sermonearás fuera del púlpito

La asignatura de Religión "interrumpe el funcionamiento común del horario lectivo e impide que ese tiempo se dedique a otro tipo de aprendizajes", según denuncia la plataforma Por una Escuela Laica. Los acuerdos con la Santa SEde y la LOE convierten la doctrina católica en una asignatura de oferta obligatoria para los centros y de carácter voluntario para el alumnado. El Estado paga a los profesores de Religión, aunque los seleccionan los obispos. La Religión ocupa casi 1.000 horas lectivas en las etapas de Infantail y Primaria y 450 horas en la ESO, tanto como la educación física o artística.


III. No impondrás tus símbolos al Estado

El pasado jueves, los máximos representantes de los tres poderes del Estado acudieron al funeral de Estado celebrado en la catedral de La Almudena, en Madrid, por Leopoldo Calvo Sotelo. Ni el Jefe del Estado ni el del Ejecutivo presiden esa ceremonia religiosa, quien lo hace es el Arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela. Es el último ejemplo del sometimiento ocasional del Estado a la máxima expresión del poder católico en España. La jerarquía católica bendice cada momento clave de la vida institucional, casa al heredero de la Corona, bautiza a sus hijos y preside los funerales de Estado.


IV. No mezclarás la gloria terrenal y celestial

El arraigo de la Iglesia católica en España hace que se confundan en no pocas ocasiones las celebraciones de carácter festivo o histórico con las religiosas. El himno nacional saluda en Semana Santa la salida de cada procesión y el viernes santo las banderas de los cuarteles ondean a media asta en señal de duelo. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado escoltan iconos religiosos en celebraciones públicas, y las autoridades civiles acompañan a los representantes católicos en manifestaciones puramente religiosas. Los colectivos laicistas exigen que se evite esta mezcla de representaciones. 


V.  No acapararás las fiestas del calendario

El calendario laboral para 2008 recoge un total de doce fiestas nacionales para todas las comunidades autónomas. La mayoría tienen su origen en celebraciones religiosas que, a su vez, nacen de ritos paganos y tradiciones anteriores al calendario cristiano. Sólo cuatro celebraciones conmemoran eventos no religiosos: el día de la Constitución, el 1 de mayo, el 12 de octubre, Fiesta Nacional, y la festividad de cada comunidad autónoma. Los homenajes civiles están casi excluidos del calendario; el día internacional de la mujer no se celebra, pero sí el de la Inmaculada.


VI. No invadirás instituciones públicas

La presencia de representantes católicos en instituciones ajenas a la Iglesia es notable. Hay capillas, y capellanes, en hospitales, universidades y centros penitenciarios. El Concordato garantiza este privilegio, que alcanza cotas especialmente relevantes en las Fuerzas Armadas. El trato favorable que recibe la Iglesia católica en el ámbito militar se recoge en los acuerdos Iglesia-Estado de 1979. Su manifestación más anacrónica es el denominado ‘derecho de presentación’, aún vigente, por el que el Rey propone al Papa un nombre para el cargo de Vicario General Castrense. 


VII. Cederás tu patrimonio al Estado

A lo largo de los siglos, la Iglesia, privilegiada por su bienes, ha conformado buena parte del patrimonio artístico español. ¿De quién son joyas como las catedrales de Burgos o León? ¿Pertenecen a la Iglesia católica o a la Humanidad? El concordato de 1979 establece que “el patrimonio de la Iglesia sigue siendo parte importantísima del acervo cultural de la nación”. Así justifican la colaboración entre las administraciones y la Iglesia para la conservación y cuidado de una herencia monumental cuya titularidad es privada. Los fondos públicos garantizan la necesaria pervivencia de este patrimonio.


VIII. Acatarás la ley de datos

La apostasía es el procedimiento por el que se abandona la Iglesia católica después de entrar a formar parte de ella mediante el bautismo. No existe un registro oficial de apóstatas. Media docena de iniciativas —de carácter municipal— intentan paliar esta carencia. Apostatar es un derecho, sin embargo, la Iglesia envuelve con trabas las peticiones de apostasía. Algunos obispados piden al solicitante las explicaciones que no reclamaron al bautizarle. Las parroquias no suelen borrar al apóstata de su libro de bautismos, sólo hacen constar, junto a su nombre, su declaración de ser dado de baja.


IX. No utilizarás los medios públicos

La Iglesia católica dispone de espacios públicos, gratuitos y semanales en las televisiones públicas. La Iglesia evangélica ha denunciado que la confesión católica dispone de tres horas y media semanales en RTVE frente a los cinco minutos que concede a las confesiones minoritarias. Los actos litúrgicos de cada domingo son emitidos por el canal público, acomodados entre programación confesional. La 2 de TVE programó durante la pasada Semana Santa una celebración diaria durante cuatro días consecutivos, además de retransmitir procesiones y otros contenidos de carácter puramente religioso.


X.  Te autofinanciarás

La actual campaña de la Renta es la primera desde que nació el IRPF en la que la Iglesia no percibirá la cantidad anual que le entregaba el Estado a fondo perdido. La Iglesia se servirá así de una declaración pública de impuestos para percibir el 20% de su presupuesto. Hacienda gestiona y facilita de esta manera la provisión de fondos para sostener a la Iglesia católica, exenta, hasta este año, de pagar tributos como el IVA. La autofinanciación es un objetivo recogido en el Concordato, pero la Iglesia no ha puesto nunca especial empeño en conseguirla.

De aquí

6/5/08

Meapilas

Las exequias por el ex presidente del gobierno Calvo Sotelo me trajeron una imagen del pasado que diría que se trataba del NODO del régimen franquista si no fuera por el color arrebatado de la televisión. Y vaya color. Estaba José Bono, la máxima autoridad del Congreso, ejerciendo de anfitrión a pie de escalera en la recepción de autoridades, entre leones de bronce, cuando aparece el Cardenal de Madrid, Rouco Varela, vestido discretamente de púrpura cardenalicia, el mismo día en que la revista Intervíu desvestía en portada, también discretamente, a su sobrina.

No sé si era por vergüenza, o por cuestiones morales, o porque pensaba que a las tetas de su sobrina les faltaba cierta lozanía, o porque se le venía encima un funeral por el que no podía cobrar; el caso es que el cardenal traía cara de pocos amigos.

Pero allí estaba José Bono, la tercera magistratura del Estado, para recibirle, inclinando servilmente la cerviz para besar la mano del cardenal talibán. ¿Será un aperitivo de lo que nos espera? ¿Por qué tenemos que soportar esta afrenta de ver al presidente del Congreso, nuestro máximo representante en una democracia parlamentaria, escenificando públicamente en actitud babosa el ritual servil de sus creencias religiosas?

De aquí

3/5/08

Cadáveres y dinero

En el caso del Yak-42, no se quiere coger al toro por los cuernos. Hay muchas cuestiones por resolver. Una, moral, que no tiene remedio: el desprecio con el que se trató la memoria de las víctimas, precisamente por los que tienen la patente de su defensa. No fue un accidente ordinario. El avión, como se demostró después y habían denunciado los pasajeros en otras ocasiones, no reunía las mínimas condiciones de seguridad exigibles para volar. Ni siquiera era un vuelo barato. El presupuesto del transporte de militares menguaba según pasaba de mano en mano. Como la cosa olía muy mal, desde el Gobierno intentaron tapar el caso, pero chocó con la resistencia de las familias. Cuando exhumaron cadáveres (algunos habían sido incinerados), se descubrió que ni uno solo se correspondía con la identificación asignada y, en muchos casos, había restos de cuerpos diferentes: ¡una vergüenza! Lo demás: amenazas a las familias, manipulación, otra vez, a través de la prensa afín, desprecio y falsedad del entonces ministro Federico Trillo, ascenso y traslado de militares implicados, decisiones sorprendentes de la Justicia con intento de archivo, corregido por instancias superiores (el juez Grande-Marlaska concluyó que la identidad del fallecido no es importante, sólo el lugar y la causa de la muerte ¿?). Todo para evitar juzgar a los responsables de unas muertes que nunca debieron producirse, ya que, según parece, la mala gestión del dinero, a beneficio de terceros, y no otra, fue la causa de un accidente en el que perdieron la vida 62 personas que tenían nombre y apellidos, y familiares, insultados, difamados y amenazados, por ejercer el derecho más elemental de nuestro sistema: ¡exigir justicia! ¿Hasta cuándo?

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2/5/08

2 de mayo de caspa

Sin ningún rubor, Esperanza Aguirre ha manifestado: “La única respuesta capaz de explicar aquella rebelión popular es aceptar que los españoles de 1808 tenían plena conciencia de que España era una realidad histórica… de la que se sentían dueños”. Esto es una solemne tontería. Y no empleo una expresión manida, es que eso es una tontería que se suele afirmar de manera solemne… ¿pero qué “conciencia de nación” ni qué monsergas? La única conciencia de aquella pobre gente era aliviarse del frío en invierno y del hambre durante todo el año. Por cierto ningún señorón o señorona de abolengo (los que se llenan la boca de “nación” y “patria”) fue fusilado los siguientes días. Aunque no resulta extraño que algunos defiendan el 2 de mayo. Si España se hubiera afrancesado, habría sido una nación laica, culta, desarrollada e ilustrada y quienes insultan a pobres mujeres víctimas del terrorismo lo más que conseguirían es una plaza de reponedores en Alcampo. Resulta, por otra parte, patético que un pueblo se subleve para traer al abominable Fernando VII (el “rey de las tres efes”: felón, fofo y feo) pero que permanezca impasible frente a la invasión de Los cien mil hijos de San Luis que restablecía la tiranía. Seamos sinceros, el 2 de mayo no debe ser una fecha para celebrar sino para llorar. Imaginar lo que pudo ser un siglo XIX español bajo la Ilustración y el progreso y contemplar, por el contrario, cómo discurrió nuestra historia es para inyectarse Prozac en vena… … José Bonaparte intentó desterrar el hambre de las tripas de los españoles y la superstición de sus mentes. A cambio, se le motejaba como “rey pepino” o “Pepe botella”; era abstemio y se le injuriaba de borracho; construyó espacios abiertos para disfrute de los madrileños y le insultaban como “el rey plazuelas”… y mal que le pese a la caverna, la primera Carta Magna en España que consagra “las libertades del pueblo” es el Estatuto de Bayona, obra del francés. Así, no entiendo qué se celebra con la casposa sublevación del 2 de mayo salvo el retorno de la Inquisición restaurada por el rey felón, las guerras carlistas, el “vuelva usted mañana”, la educación religiosa retorciendo espíritus y castrando cerebros, los cuartelazos, las guerras absurdas en África donde blanquearon al sol los esqueletos de infelices que no podían pagar la exención a filas… “celebramos” también las hambrunas en el campo andaluz donde se sacaba un santo de escayola pidiendo lluvia en vez de aplicar los planes agrícolas franceses… “conmemoramos” también el analfabetismo del 70% de los hombres y de casi todas las mujeres, el ridículo contra la armada norteamericana en Cuba y Cavite, los consejos de la demente Sor Patrocinio a reyes y gobernantes, la presión de la iglesia hasta asfixiar cualquier soplo de modernidad en la enseñanza y en la vida pública, tarados haciendo el ganso en Montejurra, el amañado “gobierno por turnos”… … Todo eso y más acarreó la expulsión de los franceses. Muy distinta hubiera sido una España laica y avanzada, preocupada por la ciencia, la industria y la economía y guiada por la razón. Contra todo eso, inconscientemente, se sublevaron muchos españoles el 2 de mayo de 1808. Por ello poco hay que celebrar. Conmigo que no cuenten.

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30/4/08

El mercado

Patriota de salón

Recuerdo cuando Zapatero calificó a los dirigentes del Partido Popular, empeñados en bombardear al gobierno español en todos los foros internacionales, incluso contra nuestros intereses económicos, con una frase muy gráfica: “patriotas de hojalata”. El símil funcionó automáticamente en la gente de mi generación, los que habíamos jugado de pequeños con aguerridos legionarios de hojalata pintada, un ejército de juguete que se abollaba con la primera embestida.

También podría llamárseles patriotas de salón (algunos, por su pinta de chulos, incluso de salón de casa de putas) por sus maneras tan particulares de entender la defensa de los derechos nacionales desprestigiando a su gobierno elegido democráticamente. En ese partido -en varios trozos- hay dos ejemplos sublimes, el del hombrecillo insufrible y el de Eduardo Zaplana. Muy patriotas ambos hasta hacerse con el suficiente currículum vitae para ponerlo al servicio de la empresa privada.

Aznar, según hacía el camino del interés público al privado, iba colocando miguitas de pan, como Pulgarcito, por si tenía que volver precipitadamente. Para ello financió con miguitas de fondos públicos un número indeterminado de becas millonarias para su querida universidad de Yorytáun, y así pagarse, con nuestro dinero, reitero, una plaza de profesor emérito que es la risa del universo mundo. Jugada magnífica, porque ahora le devuelven a él lo que hemos pagado entre todos.

Aznar intentó ocultarlo, como la compra de la medalla del Congreso de los Estados Unidos, pero Eduardo Zapana es mucho más transparente. Le grabaron que había venido a la política para forrarse y desde entonces lo lleva con orgullo. Como debe ser.

A un mes de su elección, le importa un bledo dejar con el culo al aire a sus queridos votantes, y se incorpora a Telefónica, a un puesto inventado para él, porque esa es una de las funciones primordiales de las empresas públicas privatizadas por los patriotas de hojalata: dar cobijo a los compañeros de pupitre y de partido político. Entre lo de Pizarro y Zaplana, entrando y saliendo como Perico por su casa, ¿será Telefónica una filial de la FAES de Aznar?

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27/4/08

La familia italiana

La verdad es que me gustaría asistir a una comida en casa de los Berlusconi, aunque lo de intervenir en la charla de la sobremesa debe de ser complicado, porque no es fácil compartir el discurso surrealista de la familia. Por un lado se arranca don Silvio y dice que es mejor ocuparse de los transportes que de los homosexuales. Uno piensa: “pues sí, la verdad es que es mejor, parece sensato” y, sobre todo, teniendo una idea de por dónde va el presidente italiano, sería conveniente por el bien de los propios homosexuales que estuviera siempre entretenido en otros menesteres y no se ocupara nunca de ellos. Pero en estas reflexiones andamos cuando sale su señora diciendo que en Italia se penaliza a la mujer en política, que se tiene de ella una visión horizontal. Uno se pregunta ahora: ¿se lo habrá comentado alguna vez a su marido? Cuando habla del machismo que se respira en Italia, ¿lo hace por el ejemplo que vive en casa, o queriendo decir que su marido es sólo un buen italiano? Llegados a ese punto le tocaría el turno de nuevo a don Silvio, que podría decir: “Lo malo de la televisión es que salen muchas tías en biquini bailando coreografías absurdas”. La señora, un poco indignada, abundaría: “O que un imbécil, que está casado, le declare su amor a la presentadora dejando en ridículo a su parienta”. Don Silvio reiría la ocurrencia de su pareja y así, jugando a que son otros, se les pasaría la tarde en un suspiro. Tal vez la felicidad consista en eso, en la inconsciencia total, en no tener referencia de lo que se es, en no ser responsable de lo que se hace o dice, en desconocer el sentimiento de culpa. La vida, al margen de la conciencia, se convierte, entonces, en un maravilloso y puro suceso biológico.

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El síndrome de Diógenes

La persona que sufre de este desorden se caracteriza por su aislamiento social, llegando a recluirse en el propio hogar. También suelen acumular grandes cantidades de objetos sin ninguna utilidad en sus casas, por creer que pueden darles una utilidad en un futuro.
Emocionalmente están ligados a todas y cada una de sus posesiones y son incapaces de distinguir lo que es de valor de la pura basura.
Leyendo las distintas declaraciones que ha hecho Julio Anguita en su tour mediático, he encontrado ciertas similitudes y situaciones asociadas con este síndrome.
Ni los años, ni los cambios sociales, ni tan siquiera los resultados que acompaña a la coalición y tampoco las experiencias que se advierten en otros países, han hecho replantear nuevas estrategias ni modernizar el discurso del que fuera fundador de Izquierda Unida. Eso es lo menos marxista que “se despacha”.
No someter la realidad a un continuo análisis y adaptar la estrategia y la “praxis” a las necesidades reales y a la situación mutante es sencillamente una acción contrarrevolucionaria, expresado en terminología marxista, de la que tanto presume Anguita. Nada más lejos de la filosofía de Don Carlos, que el dogmatismo en el que vive anclado el Julio Anguita de ahora, que sigue siendo el mismo califa rojo de antes.
El camino del PCE es parecido, en términos de inamovilidad en las ideas y de dogmatismo ideológico al que hundieron al PCF y al PCP. Anguita se retiró a tiempo para que su vida política no acabase como la de Marchais o Cunhal. Pero de esos barros vienen esos lodos y el Partido Comunista no ha evolucionado. Ha funcionado como tapón de Izquierda Unida, ha impedido que la coalición respire por si sola y los Frutos, Romeros, Alcaraz o el propio Anguita, han impedido que el proyecto funcione con autonomía propia. Es por ello que el goteo permanente de dirigentes antes que acabar, seguirá. Y esta vez amenaza con que ya sea irreversible.
Del PCE se fueron feministas como Cristina Almeida, profesores universitarios como Javier Pérez Royo, Diego López Garrido o Amparo Rubiales, históricos militantes como Nicolás Sartorius o Zaldívar, ex alcaldes como Herminio Trigo, europarlamentarios como Fernando Pérez Royo o dirigentes sindicales como Antonio Gutierrez (y hasta Luis Carlos Rejón por otras razones) y así hasta nunca acabar. Antes ya lo hizo Carrillo y su gente, y mucho antes Semprún, Comín, Claudín…
En el apoyo del mundo de la cultura a Zapatero, ya presenciamos destacadas caras de antiguos e irreductibles peceros de antaño. Y detrás de ellos vendrán más. Es la reacción normal cuando llega la asfixia política y la intelectual. Terminarán yéndose Rosa Aguilar y Concha Caballero y no me cabe la menor duda que también Gaspar Llamazares. Acabarán algunos en su casa, cansados de luchar contra los "molinos de vientos" irreductibles de una formación sectaria y monolítica y otros incorporándose a la izquierda posible. Ingresarán para sumar proyecto e ideas. Ni una ni otra deberán ser opciones para desacreditarlos o insultarlos como hoy ha hecho el puro, el único, el guardián de las esencias,Julio Anguita que ha calificado a López Garrido como el "gran traidor".
No debería usar ese calificativo Anguita. Todavía resuenan los ecos de la pinza, de los almuerzos de Anguita con Aznar y el mantenimiento de posiciones de extrema dureza parlamentaria, donde a veces no se sabía si la oposición derechista a los socialistas era la cordobés o la de Aznar. No se olvida el intento de un gobierno de catarsis o pacto a la griega que postulaba el líder de IU para desbancar a González. No se ha olvidado en Andalucía la pinza de Rejón y Arenas, ordenada por el ex alcalde de Córdoba. Acuerdo contra natura que perjudicó, por un lado a los andaluces por el parón institucional que generaron y por otro a los autores de tan rara coalición en las siguientes elecciones. Por cierto, Valderas al igual que Anguita, no parecen aprender de la historia, y eso que en este caso es reciente.
Anguita ha entrado en el debate, al menos en el mediático, con declaraciones que más parecen pretender que huyan los moderados y los renovadores ypara que se queden los sectarios y el núcleo duro del PCE. Creo que ha llegado a la conclusión de que al proyecto de IU le quedan "dos Telediarios y un Informe Semanal". Llegado a ese punto, Anguita prefiere que él y los suyos de siempre, se quedan con los restos del naufragio y desde ahí intentar, siendo muchos menos en el cortijo, repartirse la hacienda y el patrimonio electoral en un futuro. Creo que se equivoca tremendamente. Con discursos como ese, lo único que repartirán será su propia miseria. Pensará él y su reducida cohorte preperestroikal que en "el país de los ciegos el tuerto es el rey" y que "más vale ser cabeza de ratón que cola de léon".
Comenzaba señalando que el afectado por el síndrome de Diógenes se caracteriza por su aislamiento social. También suelen acumular grandes cantidades de objetos sin ninguna utilidad en sus casas, por creer que pueden darles una utilidad en un futuro. Emocionalmente están ligados a todas y cada una de sus posesiones y son incapaces de distinguir lo que es de valor de la pura basura.
Pues ya está todo dicho.
* Los afectados por este síndrome no son conscientes de que lo sufren. Siempre, alguien desde el exterior es quien lo advierte e intenta solucionarlo.

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26/4/08

El Roto

Periodismo

"Soy la hija de la mujer fallecida en León a causa de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob y de la que ustedes han informado estos días con datos erróneos. Me he enterado por EL PAÍS de que puedo desarrollar la misma enfermedad que provocó la muerte de mi madre. Es decir, de que podría morir en los próximos meses. Le 'felicito' por esta trascendental primicia que contradice la información que a mí me han dado neurólogos expertos".

"En segundo lugar, ustedes aseguran que mi madre vivió en Londres, lo cual es falso. Que estuvo dos meses en la capital británica conmigo; eso también es falso. Que yo estaba cursando allí un posgrado. Falso. Que mi madre tenía un alto cargo de dirección de la Administración central en León. Falso. Que mi padre está retirado. Falso. Que nos dijeron sobre todo que tenía alzhéimer. Falso. Que es la tercera víctima de la enfermedad. Falso, es la segunda".

"Los datos que su periódico ofrece sobre cómo era mi madre y sobre la evolución de su enfermedad también son erróneos y vulneran de forma dolorosa la intimidad de mi familia".

"En vez de indagar sin éxito en la vida de mi madre, ¿por qué no tratan de ofrecer información de verdadero servicio público? Las preguntas que ustedes tienen que contestar son: ¿De dónde proviene la carne que infectó a mi madre? ¿Dónde se vendió? ¿Quién autorizó su venta? Y sobre todo, ¿cómo se contrae realmente esta terrible enfermedad? Eso -y no quiénes somos nosotros- es la única información de interés general".

Firma R. F. L., que ha pedido que en su carta sólo aparezcan las iniciales de su nombre y apellidos.

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25/4/08

Carniceros liberales

Hay pactos nefandos que es mejor callar. Eso debió de entender la Comunidad de Madrid cuando intentó ocultar un acuerdo con los fundamentalistas cristianos de la diócesis madrileña por el que posibilita que los curas participen, junto con los médicos, en la decisión de cómo deben morir los enfermos terminales en la sanidad pública. Se firmó, según anuncia la Cadena Ser, el 20 de enero, quizá siguiendo las enseñanzas del arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián Aguilar, que ya avisaba de que no tenemos derecho a ser unos quejicas, que Jesucristo “no tuvo cuidados paliativos” en su muerte en la cruz, y mira que bien le fue.

Con este regalo, que tiene todos los visos de ser inconstitucional, los capellanes de los hospitales públicos de Madrid van a formar parte de los comités de ética y de los interdisciplinares de cuidados paliativos, a los que les están encomendadas decisiones como las sedaciones a los enfermos terminales, abortos y prácticas médicas que los idearios morales de las religiones consideran su coto privado. Es decir, los representantes de la religión católica tienen bula para contradecir el criterio científico de los médicos. La sombra del denunciante “anónimo” del doctor Montes es alargada.

El Consejero de Sanidad, Juan José Güemes, ante el revuelo armado por la emisora, ha salido al paso diciendo que aunque los curas pueden opinar, su dictamen no es vinculante. Y todos nos preguntamos ¿qué hacen, pues, allí? ¿Por qué firma un papel que permite a la Iglesia fisgar en nuestra muerte después de lo que ya husmeó hasta saciarse en nuestra vida?

Buena parte de los médicos de urgencias de la red sanitaria madrileña coinciden en que esta comunidad se ha convertido en uno de los peores lugares para morir, desde que el fantasma del talibán denunciante del Doctor Montes deambula por sus hospitales. Ahora sólo faltaba que los defensores de morir sin cuidados paliativos, además del derecho de denuncia anónima, puedan alargar nuestra agonía a su antojo. ¡Qué amor enfermizo por la tortura y el sufrimiento!

De aquí.

Hechiceros liberales

¿Por qué tiene que haber un cura, nombrado por el obispo, en todos los comités de ética de los hospitales públicos de la Comunidad de Madrid? ¿Acaso el hecho de ser cura equivale a ser especialista en cuestiones morales en las sociedades modernas? Un cura no pasa a ser un experto en temas éticos porque así lo decida su superior, ni mediante un cachetito del cardenal en la mejilla.

Por supuesto que muchos comités de ética en el mundo cuentan entre sus miembros con religiosos o sacerdotes. Pero no porque les haya nombrado la jerarquía católica, ni por su condición de tales, sino que han sido elegidos por su fama y prestigio, sus publicaciones, debates o ensayos sobre el tema. Nadie con sentido común tendría algo que oponer a que el jesuita Teilhard de Chardin hubiera formado parte, por ejemplo, del comité de ética del hospital de la Paz. Ojalá. Lo malo es que, muy probablemente, hubiera sido el propio cardenal arzobispo de Madrid quien le hubiera puesto inmediatamente el veto, por poco obediente, o quizás, por excesivamente conocedor del tema.

De lo que se trata ahora es de un convenio firmado entre la Comunidad de Madrid y monseñor Rouco por el que los curas que asisten en los hospitales a los enfermos católicos que solicitan sus servicios, entran a formar parte, también, de los llamados Comités de Ética y comités interdisciplinarios de Cuidados Paliativos de todos los centros sanitarios de propiedad pública de Madrid. ¿Para qué? ¿Para que rocíen con agua bendita la mesa de reuniones?

No tiene sentido que la Comunidad llegue a un pacto semejante con la jerarquía de la Iglesia católica. Ya sabemos lo que piensa esa jerarquía: a Jesús nadie le abrevió la agonía en la cruz. Para ellos, de nada sirve que hayan pasado XXI siglos desde entonces y que nadie muera en España ni en la cruz, ni por sus ideas o creencias. Es verdad que tienen derecho a pensar lo que quieran y a recomendar a sus seguidores que sigan el ejemplo de su líder. Los Testigos de Jehová tampoco aceptan determinados tratamientos. Mientras sean adultos, no hay nada que discutir.

Pero por esa condición de curas o de jerarquía religiosa, católica o de cualquier otra fe, no tienen derecho a decidir sobre el tipo de asistencia médica que debe recibir el conjunto de la ciudadanía ni a participar en el debate sobre cuestiones de moral social que afectan a todo tipo de ciudadanos, creyentes o no. Los ciudadanos, que tenemos derecho a tratamientos médicos de calidad, deberíamos exigir también que los debates sobre cuestiones morales que afectan a nuestra vida y a nuestra muerte no queden en manos de ignorantes o aficionados, cuyas únicas credenciales demostradas o demostrables sean tener fe y obediencia. Ni curanderos para tratar nuestras enfermedades ni sermoneadores para debatir la moral social.

Por supuesto que han surgido nuevos problemas comunes a la humanidad que requieren de nuevos instrumentos teóricos para comprenderlos y para actuar sobre ellos. Por supuesto que hay sacerdotes y religiosos, católicos y de otras creencias, que han dedicado su esfuerzo y su capacidad intelectual a debatir estos temas. Bienvenidos sean a la mesa de discusión con profesores de ética y con expertos en derecho. Pero eso no tiene nada que ver con firmar un acuerdo con el cardenal arzobispo de Madrid sobre el papel o la influencia de los curas en los hospitales públicos.

Lo más increíble de todo este asunto es que el laicismo, la doctrina que defiende la independencia de los hombres y mujeres, de la sociedad, y muy particularmente del Estado, respecto a cualquier organización o creencia religiosa, no fue un invento del socialismo, sino del liberalismo. Es una lástima que los políticos españoles que se reclaman hoy liberales aparentemente no hayan leído siquiera algún manual escolar sobre el tema y que se crean que el liberalismo es una palabra que significa lo que a cada uno le viene bien en cada momento.

En el caso de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, la única persona dentro del PP que ha dicho claramente que es liberal, que defiende el liberalismo y que quiere que su partido se acoja a esa doctrina, da la impresión de que cree que es algo que nació con la escuela económica de Chicago y que se refiere sólo a la privatización acelerada, por las buenas o por las malas, de todos los servicios públicos que se pueda, incluida la educación y la sanidad. Resulta asombrosa la naturalidad con la que la presidenta ignora buena parte de la doctrina que dice representar, en concreto todo lo que ayudó a la modernización de las sociedades europeas del XIX y que tenía que ver, precisamente, con la vigorosa y tenaz defensa de la libertad de conciencia ante cualquier tutela teológica o religiosa. Lo más contrario al liberalismo no es un hospital de gestión pública. Lo radicalmente contrario a todo lo que significa y significó esa doctrina política es, precisamente, el convenio que ha firmado en Madrid Esperanza Aguirre.

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17/4/08

Sus colgajos

Son de ilustres burgos, ansones, losantos, pejotas, usias y alguna que otra schlichting, pero segregan ese líquido viscoso y corrompido por la comisura de sus parpados, acentuando el asco que desprende su mirada.

Tenemos que mirar sus caras, seguir con atención el recorrido; ver como avanza ese residuo pútrido que desciende por los pliegues hasta la boca, como carcome gota a gota su lengua relamida; como la inunda y luego la desborda, para proseguir su camino hasta la mano pegajosa que sostiene la pluma y derramar allí toda su miseria.

Cuando fluye toda esta baba compartida y el periodismo se acojona, estos mirones clandestinos, estos fetichistas de la mugre, se proclaman profetas con derecho de pernada, levantan púlpitos con barrocos tornavoces, apoyan sus falanges en el antepecho, despliegan su abyección más tenebrosa y corrompen el espacio compartido.

Cuando el periodismo se acojona delante de estos usurpadores del oficio, la cloaca extiende su dominio, se adueña de la plaza pública y construye allí su pasatiempo favorito: el juego delictivo del insulto, donde prevalece y se premia la discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social, como pueden ser la orientación sexual, la fe o falta de ella, la ideología, la gestación, la edad, el nombre o el apellido.

Cuando el periodismo se acojona delante de estos mediocres, que confunden la baba con el intelecto, nuestra profesión pierde el futuro; los ciudadanos, su libertad, y la democracia, el sentido.

El periodismo tiene que hacer frente a la contaminación que desprenden estos exhibicionistas de la baba en la pluma, a la perversión que esconden bajo el necesario paraguas de la libertad de expresión.

Son previsibles. Se plantan delante de sus víctimas y abren con rapidez sus gabardinas, dejando ver su desnudez intelectual. Pero, son cobardes. Si les plantamos cara, mirando fijamente sus despojos orgánicos, señalando con el dedo su minusvalía y mostrando nuestro desprecio con una sonora carcajada, que al tiempo alerte al resto de la ciudadanía, salen corriendo a esconder sus complejos y sus colgajos... en el fango.

(A ellas, que sufren estos días el maltrato de quienes quieren robarnos el oficio: disculpas.)

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15/4/08

Las sorpresas que depara la realidad

En algún artículo aparecido hace tiempo en el Financial Times, leí la expresión amateur economics, empleada con condescendencia, para referirse al flujo de opiniones y análisis sobre los problemas económicos que salen de los labios o las plumas de los legos. Debe haber un sentimiento de frustración entre los sacrificados profesionales de la disciplina al ver que dos siglos y pico de esfuerzo intelectual, y más de uno desde que la formalización matemática irrumpiera entre los métodos del análisis económico, no han bastado para impedir el acceso de los profanos a los arcanos de una ciencia sombría.

Pero una ciencia que trata de las riquezas y su distribución o, como prefieren los ortodoxos, de la más eficiente distribución de los recursos escasos, tiene pocas posibilidades de mantenerse al abrigo de los intrusos. Mucho más si, como ocurre en estos momentos, aparecen señales alarmantes en aspectos tan sensibles y tan visibles para el gran público como la vivienda, el precio de los alimentos o las compras de coches.

Los expertos están algo perplejos a la hora de interpretar esas señales y ofrecer pronósticos sobre la profundidad de la crisis que parecen anunciar. Lo cierto es que muchos de esos expertos sólo pueden culparse a sí mismos por el apuro en el que se encuentran. Durante meses han estado ofreciendo análisis, por así decir, constructivos, atentos a los que ellos consideraban los superiores intereses del país o de su gobierno. Es decir, comportándose más como elevados estadistas que como artesanos respetuosos con las reglas de su oficio. Y la realidad no siempre se muestra comprensiva con los altruistas.

Pero son especialmente los economistas ortodoxos los que acumulan más razones para removerse incómodos en sus asientos. La principal es el súbito retorno de las recetas keynesianas. Cuando parecía haberse cumplido con éxito la tarea de cerrar con siete llaves el sepulcro de Keynes, he aquí que, ante la amenaza de una crisis severa, todo el mundo redescubre el encanto de los estímulos a la demanda: la receta keynesiana por excelencia, aunque no la única ni la más revolucionaria de su arsenal.

Además, como recordaba hace poco Paul Krugman en las páginas del New York Times, los estímulos a la demanda que resultan más eficaces son los que se dirigen a los sectores sociales más desfavorecidos; algo que choca con la ortodoxia económica prevaleciente en los últimos años. Son aquellos sectores, explicó Keynes, los que con más seguridad trasladarán cualquier dólar o euro suplementario que les llegue a los bolsillos en decisiones de gasto susceptibles de estimular la economía.

Otro comentarista prestigioso, éste desde el Financial Times, se permitía hace algún tiempo apuntar a otra incómoda verdad keynesiana como origen de los problemas actuales. Escribiendo en su blog hace ahora algo más de un año, Martin Wolf decía que, aunque, según la opinión dominante, los nubarrones que se cernían entonces sobre la economía -transformados luego en sonora tormenta- sólo podían ser pasajeros (porque la economía mundial tenía el viento de popa gracias al efecto combinado de las nuevas tecnologías, el crecimiento de China y la India y los beneficios de la globalización), existía otra perspectiva menos tranquilizadora.

La economía actual, decía Wolf, sufre de un enorme excedente de ahorro en relación con la inversión; una situación que, como es bien sabido, era uno de los supuestos centrales que Keynes planteó en su Teoría General y cuya posibilidad era negada por la doctrina ortodoxa. La absorción de ese excedente ha generado, en opinión de Wolf, dos consecuencias estrechamente relacionadas: los denominados "desequilibrios globales", que han convertido a los EE UU en el destino de más de tres cuartas partes de ese exceso de ahorro, y un relajamiento de la política monetaria. Y el resultado ha sido la subida en los precios de los activos (algo que me he permitido calificar algunas veces como la inflación de los ricos para distinguirla de la otra, tan vapuleada, que tiene su origen en las alzas salariales) y en particular del mercado de la vivienda, el motor que ha impulsado la demanda hacia los altos niveles de crecimiento de estos años.

Wolf citaba como ejemplo de este encadenamiento de causas y efectos a las economías de Estados Unidos, Reino Unido y España, y concluía que, debido a él, la corrección de la situación (es decir, en nuestro caso, de la burbuja inmobiliaria, del repunte de la inflación y de la pérdida de impulso de la economía) podría ser más dolorosa de lo que la opinión dominante preveía.

Las sorpresas que depara la realidad deberían servir de aviso a los economistas profesionales de que no siempre el consenso de los expertos o las opiniones establecidas constituyen una garantía de acierto. Después de todo muchas de las grandes correcciones experimentadas por el pensamiento económico -al igual que en otras ramas de la ciencia- debieron llevarse a cabo a base de romper con la sabiduría recibida.

Y desde luego son un incentivo para que los ciudadanos, por definición simples aficionados en la dura disciplina del análisis económico, sigan atreviéndose a pensar con su propia cabeza.

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Los nuevos mendigos

Primer acto de la obra La sociedad del riesgo global: Chernóbil. Segundo acto: la amenaza de la catástrofe climática. Tercer acto: el 11-S. Y en el cuarto acto se abre el telón: los riesgos financieros globales. Entran en escena los neoliberales del núcleo duro, quienes ante el peligro se han convertido de repente desde la fe en el mercado a la fe en el Estado. Ahora rezan, mendigan y suplican para ganarse la misericordia de aquellas intervenciones del Estado y de las donaciones multimillonarias de los contribuyentes que, mientras brotaban los beneficios, consideraban obra del diablo. Qué exquisita sería esa comedia de los conversos que se interpreta hoy en la escena mundial si no tuviera el resabio amargo de la realidad. Porque no son los trabajadores, ni los socialdemócratas o los comunistas, ni los pobres o los beneficiarios de las ayudas sociales quienes reclaman la intervención del Estado para salvar a la economía de sí misma: son los jefes de bancos y los altos directivos de la economía mundial.

Para empezar, tenemos a John Lipsky, uno de los dirigentes del Fondo Monetario Internacional y reconocido fundamentalista del libre mercado, quien de pronto exhorta con una llamada alarmista a los gobiernos de los Estados miembros a hacer exactamente lo contrario de lo que ha predicado hasta ahora, esto es, evitar un derrumbe de la economía mundial con programas de gasto masivos. Como es sabido, el optimismo es inherente al mundo de los negocios. Cuando incluso él habla de que los políticos tendrían que "pensar lo impensable" y prepararse para ello, queda claro lo grave de la situación.

El fantasma de lo "impensable", que ahora es una amenaza en todas partes, debe por supuesto despertar el recuerdo de las crisis mundiales de los siglos pasados, y salvar a los bancos del abismo. Entra en escena Josef Ackermann, jefe del Deutsche Bank, quien confiesa que él tampoco cree ya en las fuerzas salvadoras del mercado. Al mismo tiempo, se retracta de su abjuración y afirma que no tiene dudas sobre la estabilidad del sistema financiero. Eso suena tranquilizador. ¿O no? Si el distinguido economista fuera sincero, tendría que admitir dos cosas: que la historia de esta crisis es una historia del fracaso del mercado, y que en todas partes gobierna el desconcierto, o más bien la brillante ignorancia.

El mercado ha fracasado porque los riesgos incalculables del crédito inmobiliario y de otros préstamos se ocultaron intencionadamente, con la esperanza de que su diversificación y ocultación acabaría reduciéndolos. Sin embargo, ahora se demuestra que esta estrategia de minimización se ha transformado en lo opuesto: en una estrategia de maximización y extensión de riesgos cuyo alcance es incalculable. De repente, el virus del riesgo se encuentra en todas partes, o por lo menos su expectativa. Como en un baño ácido, el miedo disuelve la confianza, lo cual potencia los riesgos y provoca, en una reacción en cadena, un autobloqueo del sistema financiero. Nadie tiene mejores certidumbres. Pero de pronto, ahora se sabe en todas partes que ya nada funciona sin el Estado.

¿En realidad qué significa riesgo? No hay que confundir riesgo con catástrofe. Riesgo significa la anticipación de la catástrofe. Los riesgos prefiguran una situación global, que (todavía) no se da. Mientras que cada catástrofe tiene lugar en un espacio, un tiempo y una sociedad determinados, la anticipación de la catástrofe no conoce ninguna delimitación de esta índole. Pero al mismo tiempo, puede convertirse en lo que desencadena la catástrofe, siempre en el caso de los riesgos financieros globales.

Es cierto que los riesgos y las crisis económicas son tan antiguos como los propios mercados. Y, por lo menos desde la crisis económica mundial de 1929, sabemos que los colapsos financieros pueden derrocar sistemas políticos, como la República de Weimar en Alemania. Pero lo que resulta más sorprendente es que las instituciones de Bretton-Woods fundadas después de la Segunda Guerra Mundial, que fueron pensadas como respuesta política a los riesgos económicos globales (y cuyo funcionamiento fue una de las claves para que se implantara el Estado del bienestar en Europa) hayan sido disueltas sistemáticamente desde los años 70 del siglo pasado y reemplazadas por sucesivas soluciones ad hoc. Desde entonces estamos confrontados con la situación paradójica de que los mercados están más liberalizados y globalizados que antes, pero las instituciones globales, que controlan su actuación, tienen que aceptar drásticas pérdidas de poder.

Como se ha demostrado con la "crisis asiática", además de la "crisis rusa" y la "crisis argentina", y ahora también con los primeros síntomas de la "crisis americana", los primeros afectados por las catástrofes financieras son las clases medias. Olas de bancarrotas y de desempleo han sacudido estas regiones. Los inversores occidentales y los comentaristas en general observan las "crisis financieras" solamente bajo la perspectiva de las posibles amenazas para los mercados financieros. Pero las crisis financieras globales no pueden "encasillarse" dentro del subsistema económico, como tampoco las crisis ecológicas globales, ya que tienden más bien a generar convulsiones sociales y a desencadenar riesgos o colapsos políticos. Una reacción en cadena de estas características durante la "crisis asiática" desestabilizó a Estados enteros, a la vez que provocó desbordamientos violentos contra minorías convertidas en cabezas de turco.

Y lo que era todavía impensable hace pocos años se perfila ahora como una posibilidad real: la ley de hierro de la globalización del libre mercado amenaza con desintegrarse, y su ideología con colapsarse. En todo el mundo, no sólo en Sudamérica sino también en el mundo árabe y cada vez más en Europa e incluso en Norteamérica los políticos dan pasos en contra de la globalización. Se ha redescubierto el proteccionismo. Algunos reclaman nuevas instituciones supranacionales para controlar los flujos financieros globales, mientras otros abogan por sistemas de seguros supranacionales o por una renovación de las instituciones y regímenes internacionales. La consecuencia es que la era de la ideología del libre mercado es un recuerdo marchito y que lo opuesto se ha hecho realidad: la politización de la economía global de libre mercado.

Existen sorprendentes paralelismos entre la catástrofe nuclear de Chernóbil, la crisis financiera asiática y la amenaza de colapso de la economía financiera. Frente a los riesgos globales, los métodos tradicionales de control y contención resultan ineficaces. Y a la vez, se pone de manifiesto el potencial destructivo en lo social y político de los riesgos que entraña el mercado global. Millones de desempleados y pobres no pueden ser compensados financieramente. Caen gobiernos y hay amenazas de guerra civil. Cuando los riesgos son percibidos, la cuestión de la responsabilidad adquiere relevancia pública.

Muchos problemas, como por ejemplo la regulación del mercado de divisas, así como el hacer frente a los riesgos ecológicos, no se pueden resolver sin una acción colectiva en la que participen muchos países y grupos. Ni la más liberal de todas las economías funciona sin coordenadas macroeconómicas.

Las élites económicas nacionales y globales (los dueños de los bancos, los ministros de finanzas, los directivos de las grandes empresas y las organizaciones económicas mundiales) no deberían sorprenderse de que la opinión pública reaccione con una mezcla de cólera, incomprensión y malicia. Pero el convencimiento certero de que, en una crisis, el Estado al final acabará salvándoles, permite a los bancos y a las empresas financieras hacer negocios en los tiempos de bonanza sin una excesiva conciencia de los riesgos.

No tiene que ver con la envidia social el recordar que los exitosos banqueros ganan al año importes millonarios de dos cifras, y los exitosos jefes de firmas de capital riesgo y de fondos especulativos incluso mucho más. En los tiempos que corren, los banqueros actúan como los abogados defensores del libre mercado. Si el castillo de naipes de la especulación amenaza con desmoronarse, los bancos centrales y los contribuyentes deben salvarlo. Al Estado sólo le queda hacer por el interés común lo que siempre le reprocharon quienes ahora lo reclaman: poner fin al fracaso del mercado mediante una regulación supranacional.

De aquí

14/4/08

Artículo 26

Todas las confesiones religiosas serán consideradas como Asociaciones sometidas a una ley especial.

   El Estado, las regiones, las provincias y los Municipios, no mantendrán, favorecerán, ni auxiliarán económicamente a las Iglesias, Asociaciones e Instituciones religiosas.

   Una ley especial regulará la total extinción, en un plazo máximo de dos años, del presupuesto del Clero.

   Quedan disueltas aquellas Ordenes religiosas que estatutariamente impongan, además de los tres votos canónicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado.  Sus bienes serán nacionalizados y afectados a fines benéficos y docentes.

   Las demás Ordenes religiosas se someterán a una ley especial votada por estas Cortes Constituyentes y ajustada a las siguientes bases:

   1. Disolución de las que, por sus actividades, constituyan un peligro para la seguridad del Estado,

   2. Inscripción de las que deban subsistir, en un Registro especial dependiente del Ministerio de justicia.

   3. Incapacidad de adquirir y conservar, por sí o por persona interpuesta, más bienes que los que, previa justificación, se destinen a su vivienda o al cumplimiento directo de sus fines privativos.

   4. Prohibición de ejercer la industrial el comercio o la enseñanza.

   5. Sumisión a todas las leyes tributarias del país.

   6. Obligación de rendir anualmente cuentas al Estado de la inversión de sus bienes en relación con los fines de la Asociación.

   Los bienes de las Ordenes religiosas podrán ser nacionalizados.

De aquí.

14 de abril

10/4/08

Ciudadanía y salas vaticanas

La secularización imparable de la sociedad, aunque lenta y zigzagueante, comporta el abandono del sufrimiento inútil como único patrimonio del que no tiene otro que inmolarse por nada. Este cambio de paradigma ha propiciado que en los últimos lustros sea objeto de discusión pública uno de los tabúes mejor conservados en los paños de una hipocresía digna de mejor causa: la eutanasia.

Superado por la clase médica el complejo de impotencia ante la muerte como proceso irreversible de los pacientes terminales, pese al impresionante arsenal terapéutico del que dispone, sólo queda liberase de la férula de la administración religiosa o aparentemente laica de aspectos morales y personales íntimos de los ciudadanos. La tarea no es fácil, pues enfrentamos un debate que es presa fácil de la demagogia y la demonización de aquellos que pretenden que los ciudadanos sean ciudadanos de la cuna al féretro.

Con la caritativa precisión que el caso requiere, se nos ha recordado la pasada Semana Santa que Cristo murió sin cuidados paliativos. Ejemplo a seguir quizás por otros redentores, pero no por ciudadanos de a pie; norma acaso a imponer a otros salvadores, pero no a quienes no la han votado ni pedido.

Los casos de Ramón Sampedro, Diane Pretty, Inmaculada Echevarría o Chantal Sébire, entre otros, han dado la vuelta al mundo, tanto por el dramatismo de sus peticiones como, salvo en el caso de Inmaculada, por la nula respuesta jurídica dada a sus pedimentos de no sufrir la condena de morir en vida, tal como ellos concebían su vida. Los órganos públicos, jurisdiccionales o administrativos, no han atinado a dar argumentos jurídicos -morales o pseudomorales muchos- y han agravado aún más la situación de absoluta insoportabilidad en que dichos ciudadanos se hallaban.

Se olvida que el drama de quien insta la eutanasia es debido a que se encuentra en una situación sin salida. En efecto, el enfermo terminal y/o con padecimientos insoportables e incurables pide la eutanasia porque su situación de postración es tal que ni siquiera puede quitarse la vida. No sé si Camus tenía razón cuando en El mito de Sísifo argumentaba que la primera consecuencia de la primera pregunta filosófica del ser humano debía ser la relativa al suicidio, pues lo primero a determinar es si la vida vale la pena ser vivida o no.

Lo cierto es que si el suicidio es la última decisión personal, no se ve la razón de negar ese derecho, con las debidas cautelas, a quien en estado de postración insufrible e irreversible, pero sin perder un ápice de su ciudadanía en un Estado social y democrático de derecho, pide a los poderes públicos que arbitren su salida de esta vida. No se trata de poner en pie, como algunos han pregonado, boutiques eutanáticas en manos de nazis. Se trata de que, en casos extremos, en pleno ejercicio de la libertad personal, que incluye la ideológica, el Estado garantice esa actuación piadosa y asegure la impunidad de quien ayuda a otro a dejar lo que para el peticionario es infierno en vida.

Desde 1995, la regulación penal española, en alguna medida auxiliada por las diversas leyes territoriales de derechos del paciente y/o de voluntades anticipadas, ha despenalizado de facto lo que el artículo 143. 4 del Código Penal denomina auxilio ejecutivo al suicidio. En efecto, de la mano de atenuantes muy cualificadas puede llegarse a una pena de prisión inferior a dos años, lo que, como es sabido, en el 99,99% de los casos comporta no ingresar en la cárcel. Además, para más inri, pese a que en la legislación anterior la pena por esa actuación era idéntica a la del homicidio, no se registraban condenas. O sea, que procede ahorrarse el rasgar de vestiduras, pues la hipocresía sigue cubriendo este punto negro de nuestro Derecho, quedando los sujetos implicados a merced de la conjunción de algún fundamentalista y de una sala vaticana.

Una muestra de lo delirante que es nuestro régimen jurídico la tenemos en la STC 154/2002. Esta resolución consideró, aquí sí erróneamente, la inexistencia de responsabilidad penal de los padres de un menor de 13 años que, testigo de Jehová como sus progenitores, en virtud de la libertad de conciencia (¡religiosa, aquí sí!), se negaba a recibir transfusiones de sangre, a la postre único recurso terapéutico sanador. Esos padres, obrando en representación de su vástago, mantuvieron tal negativa, con el fatal resultado previsible. Pero se consideró que alguien que no puede prestar consentimiento válido, no ya para negociar, sino para casarse, sí puede, amparado en su religión y por boca de sus padres, negarse a recibir un tratamiento médico del calibre referido. No se recuerda que los adalides del sufrimiento por la crucifixión y sus adláteres alzaran sus voces contra esta resolución, ni que el equipo crítico habitual censurara al Alto Tribunal por su posicionamiento.

Uno de los retos de la nueva legislatura estriba en legislar positivamente esta materia, despenalizando con las debidas garantías la eutanasia, dejándose de palabrería encubridora de la realidad, llamando al pan pan y al vino vino. Quienes, en uso de su legítimo derecho, se opongan, no han de olvidar que el nuevo derecho de ciudadanía que la eutanasia supone no es contra ellos, sino a favor de los sufrientes que lo quieran utilizar. Quien quiera padecer por sí mismo es muy libre de hacerlo, pero no de exigirlo, bajo pena, a los demás.

De aquí.

6/4/08

Ultraje

Conocí ayer que Jaume D’Urgell ha sido condenado por sustituir la bandera monárquica por la bandera tricolor /.../. La condena (explicada y colgada en La Democracia, el diario digital que edita Jaume) afirma que esa sustitución es un ultraje a España. Tres días antes, en la iglesia de los Jerónimos, íntimamente ligada a la monarquía española (en ella se celebró, por ejemplo, el funeral de Juan de Borbón) se conmemoró el día de la Victoria, pues se cumplían sesenta y nueve años de la victoria militar del fascismo europeo sobre la República democrática representada por la bandera que, al parecer, ultraja a España.

El acto de los Jerónimos, que ningún juez considerará nunca como un ultraje a España,  contó con la emocionada presencia de la hija del genocida Francisco Franco (Carmen Franco) y con el líder tradicional del fascismo español, Blas Piñar. En él los asistentes besaban como podéis ver la bandera que simboliza el genocidio franquista. No hay problema: esto es un ejercicio de la libertad de expresión.

En cambio, Jaume D’Urgell sustituyó la bandera monárquica por la plenamente democrática bandera tricolor durante el ejercicio de un derecho reconocido por la Constitución (fue durante una manifestación) con el que se reivindicaba el cumplimiento de otro derecho igualmente reconocido por la Constitución (el derecho a una vivienda digna). Derechos reconocidos por la Constitución de esa España que no se siente ultrajada por el homenaje al fascismo genocida y golpista, pero sí por la reivindicación desobediente de una república democrática.

¿Qué España es esa que se siente ultrajada por la apuesta democrática y no por la apología del fascismo en uno de sus templos simbólicamente más ligados a su poder? Muchos se escandalizan de que en la izquierda evitemos el uso de la palabra ‘España’ y utilicemos frecuentemente referencias jurídicas (’Estado’) para describir esta porción del mundo. Este tipo de sentencias vienen a confirmar lo que todos sabemos: que esa ‘España’ es de derechas, es de los nacionales que generosamente transigen con la existencia de otros siempre que no cuestionen el statu quo. España sigue siendo, en el imaginario colectivo tan brillantemente reflejado por la sentencia, una España nacional que sigue queriendo cautivar y desarmar al ejército rojo.

Es una España digna de ultraje y de jueces como el que ha condenado a Jaume.

Enhorabuena, Jaume.

De aquí