30/4/08

El mercado

Patriota de salón

Recuerdo cuando Zapatero calificó a los dirigentes del Partido Popular, empeñados en bombardear al gobierno español en todos los foros internacionales, incluso contra nuestros intereses económicos, con una frase muy gráfica: “patriotas de hojalata”. El símil funcionó automáticamente en la gente de mi generación, los que habíamos jugado de pequeños con aguerridos legionarios de hojalata pintada, un ejército de juguete que se abollaba con la primera embestida.

También podría llamárseles patriotas de salón (algunos, por su pinta de chulos, incluso de salón de casa de putas) por sus maneras tan particulares de entender la defensa de los derechos nacionales desprestigiando a su gobierno elegido democráticamente. En ese partido -en varios trozos- hay dos ejemplos sublimes, el del hombrecillo insufrible y el de Eduardo Zaplana. Muy patriotas ambos hasta hacerse con el suficiente currículum vitae para ponerlo al servicio de la empresa privada.

Aznar, según hacía el camino del interés público al privado, iba colocando miguitas de pan, como Pulgarcito, por si tenía que volver precipitadamente. Para ello financió con miguitas de fondos públicos un número indeterminado de becas millonarias para su querida universidad de Yorytáun, y así pagarse, con nuestro dinero, reitero, una plaza de profesor emérito que es la risa del universo mundo. Jugada magnífica, porque ahora le devuelven a él lo que hemos pagado entre todos.

Aznar intentó ocultarlo, como la compra de la medalla del Congreso de los Estados Unidos, pero Eduardo Zapana es mucho más transparente. Le grabaron que había venido a la política para forrarse y desde entonces lo lleva con orgullo. Como debe ser.

A un mes de su elección, le importa un bledo dejar con el culo al aire a sus queridos votantes, y se incorpora a Telefónica, a un puesto inventado para él, porque esa es una de las funciones primordiales de las empresas públicas privatizadas por los patriotas de hojalata: dar cobijo a los compañeros de pupitre y de partido político. Entre lo de Pizarro y Zaplana, entrando y saliendo como Perico por su casa, ¿será Telefónica una filial de la FAES de Aznar?

De aquí

27/4/08

La familia italiana

La verdad es que me gustaría asistir a una comida en casa de los Berlusconi, aunque lo de intervenir en la charla de la sobremesa debe de ser complicado, porque no es fácil compartir el discurso surrealista de la familia. Por un lado se arranca don Silvio y dice que es mejor ocuparse de los transportes que de los homosexuales. Uno piensa: “pues sí, la verdad es que es mejor, parece sensato” y, sobre todo, teniendo una idea de por dónde va el presidente italiano, sería conveniente por el bien de los propios homosexuales que estuviera siempre entretenido en otros menesteres y no se ocupara nunca de ellos. Pero en estas reflexiones andamos cuando sale su señora diciendo que en Italia se penaliza a la mujer en política, que se tiene de ella una visión horizontal. Uno se pregunta ahora: ¿se lo habrá comentado alguna vez a su marido? Cuando habla del machismo que se respira en Italia, ¿lo hace por el ejemplo que vive en casa, o queriendo decir que su marido es sólo un buen italiano? Llegados a ese punto le tocaría el turno de nuevo a don Silvio, que podría decir: “Lo malo de la televisión es que salen muchas tías en biquini bailando coreografías absurdas”. La señora, un poco indignada, abundaría: “O que un imbécil, que está casado, le declare su amor a la presentadora dejando en ridículo a su parienta”. Don Silvio reiría la ocurrencia de su pareja y así, jugando a que son otros, se les pasaría la tarde en un suspiro. Tal vez la felicidad consista en eso, en la inconsciencia total, en no tener referencia de lo que se es, en no ser responsable de lo que se hace o dice, en desconocer el sentimiento de culpa. La vida, al margen de la conciencia, se convierte, entonces, en un maravilloso y puro suceso biológico.

De aquí

El síndrome de Diógenes

La persona que sufre de este desorden se caracteriza por su aislamiento social, llegando a recluirse en el propio hogar. También suelen acumular grandes cantidades de objetos sin ninguna utilidad en sus casas, por creer que pueden darles una utilidad en un futuro.
Emocionalmente están ligados a todas y cada una de sus posesiones y son incapaces de distinguir lo que es de valor de la pura basura.
Leyendo las distintas declaraciones que ha hecho Julio Anguita en su tour mediático, he encontrado ciertas similitudes y situaciones asociadas con este síndrome.
Ni los años, ni los cambios sociales, ni tan siquiera los resultados que acompaña a la coalición y tampoco las experiencias que se advierten en otros países, han hecho replantear nuevas estrategias ni modernizar el discurso del que fuera fundador de Izquierda Unida. Eso es lo menos marxista que “se despacha”.
No someter la realidad a un continuo análisis y adaptar la estrategia y la “praxis” a las necesidades reales y a la situación mutante es sencillamente una acción contrarrevolucionaria, expresado en terminología marxista, de la que tanto presume Anguita. Nada más lejos de la filosofía de Don Carlos, que el dogmatismo en el que vive anclado el Julio Anguita de ahora, que sigue siendo el mismo califa rojo de antes.
El camino del PCE es parecido, en términos de inamovilidad en las ideas y de dogmatismo ideológico al que hundieron al PCF y al PCP. Anguita se retiró a tiempo para que su vida política no acabase como la de Marchais o Cunhal. Pero de esos barros vienen esos lodos y el Partido Comunista no ha evolucionado. Ha funcionado como tapón de Izquierda Unida, ha impedido que la coalición respire por si sola y los Frutos, Romeros, Alcaraz o el propio Anguita, han impedido que el proyecto funcione con autonomía propia. Es por ello que el goteo permanente de dirigentes antes que acabar, seguirá. Y esta vez amenaza con que ya sea irreversible.
Del PCE se fueron feministas como Cristina Almeida, profesores universitarios como Javier Pérez Royo, Diego López Garrido o Amparo Rubiales, históricos militantes como Nicolás Sartorius o Zaldívar, ex alcaldes como Herminio Trigo, europarlamentarios como Fernando Pérez Royo o dirigentes sindicales como Antonio Gutierrez (y hasta Luis Carlos Rejón por otras razones) y así hasta nunca acabar. Antes ya lo hizo Carrillo y su gente, y mucho antes Semprún, Comín, Claudín…
En el apoyo del mundo de la cultura a Zapatero, ya presenciamos destacadas caras de antiguos e irreductibles peceros de antaño. Y detrás de ellos vendrán más. Es la reacción normal cuando llega la asfixia política y la intelectual. Terminarán yéndose Rosa Aguilar y Concha Caballero y no me cabe la menor duda que también Gaspar Llamazares. Acabarán algunos en su casa, cansados de luchar contra los "molinos de vientos" irreductibles de una formación sectaria y monolítica y otros incorporándose a la izquierda posible. Ingresarán para sumar proyecto e ideas. Ni una ni otra deberán ser opciones para desacreditarlos o insultarlos como hoy ha hecho el puro, el único, el guardián de las esencias,Julio Anguita que ha calificado a López Garrido como el "gran traidor".
No debería usar ese calificativo Anguita. Todavía resuenan los ecos de la pinza, de los almuerzos de Anguita con Aznar y el mantenimiento de posiciones de extrema dureza parlamentaria, donde a veces no se sabía si la oposición derechista a los socialistas era la cordobés o la de Aznar. No se olvida el intento de un gobierno de catarsis o pacto a la griega que postulaba el líder de IU para desbancar a González. No se ha olvidado en Andalucía la pinza de Rejón y Arenas, ordenada por el ex alcalde de Córdoba. Acuerdo contra natura que perjudicó, por un lado a los andaluces por el parón institucional que generaron y por otro a los autores de tan rara coalición en las siguientes elecciones. Por cierto, Valderas al igual que Anguita, no parecen aprender de la historia, y eso que en este caso es reciente.
Anguita ha entrado en el debate, al menos en el mediático, con declaraciones que más parecen pretender que huyan los moderados y los renovadores ypara que se queden los sectarios y el núcleo duro del PCE. Creo que ha llegado a la conclusión de que al proyecto de IU le quedan "dos Telediarios y un Informe Semanal". Llegado a ese punto, Anguita prefiere que él y los suyos de siempre, se quedan con los restos del naufragio y desde ahí intentar, siendo muchos menos en el cortijo, repartirse la hacienda y el patrimonio electoral en un futuro. Creo que se equivoca tremendamente. Con discursos como ese, lo único que repartirán será su propia miseria. Pensará él y su reducida cohorte preperestroikal que en "el país de los ciegos el tuerto es el rey" y que "más vale ser cabeza de ratón que cola de léon".
Comenzaba señalando que el afectado por el síndrome de Diógenes se caracteriza por su aislamiento social. También suelen acumular grandes cantidades de objetos sin ninguna utilidad en sus casas, por creer que pueden darles una utilidad en un futuro. Emocionalmente están ligados a todas y cada una de sus posesiones y son incapaces de distinguir lo que es de valor de la pura basura.
Pues ya está todo dicho.
* Los afectados por este síndrome no son conscientes de que lo sufren. Siempre, alguien desde el exterior es quien lo advierte e intenta solucionarlo.

De aquí

26/4/08

El Roto

Periodismo

"Soy la hija de la mujer fallecida en León a causa de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob y de la que ustedes han informado estos días con datos erróneos. Me he enterado por EL PAÍS de que puedo desarrollar la misma enfermedad que provocó la muerte de mi madre. Es decir, de que podría morir en los próximos meses. Le 'felicito' por esta trascendental primicia que contradice la información que a mí me han dado neurólogos expertos".

"En segundo lugar, ustedes aseguran que mi madre vivió en Londres, lo cual es falso. Que estuvo dos meses en la capital británica conmigo; eso también es falso. Que yo estaba cursando allí un posgrado. Falso. Que mi madre tenía un alto cargo de dirección de la Administración central en León. Falso. Que mi padre está retirado. Falso. Que nos dijeron sobre todo que tenía alzhéimer. Falso. Que es la tercera víctima de la enfermedad. Falso, es la segunda".

"Los datos que su periódico ofrece sobre cómo era mi madre y sobre la evolución de su enfermedad también son erróneos y vulneran de forma dolorosa la intimidad de mi familia".

"En vez de indagar sin éxito en la vida de mi madre, ¿por qué no tratan de ofrecer información de verdadero servicio público? Las preguntas que ustedes tienen que contestar son: ¿De dónde proviene la carne que infectó a mi madre? ¿Dónde se vendió? ¿Quién autorizó su venta? Y sobre todo, ¿cómo se contrae realmente esta terrible enfermedad? Eso -y no quiénes somos nosotros- es la única información de interés general".

Firma R. F. L., que ha pedido que en su carta sólo aparezcan las iniciales de su nombre y apellidos.

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De aquí

25/4/08

Carniceros liberales

Hay pactos nefandos que es mejor callar. Eso debió de entender la Comunidad de Madrid cuando intentó ocultar un acuerdo con los fundamentalistas cristianos de la diócesis madrileña por el que posibilita que los curas participen, junto con los médicos, en la decisión de cómo deben morir los enfermos terminales en la sanidad pública. Se firmó, según anuncia la Cadena Ser, el 20 de enero, quizá siguiendo las enseñanzas del arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián Aguilar, que ya avisaba de que no tenemos derecho a ser unos quejicas, que Jesucristo “no tuvo cuidados paliativos” en su muerte en la cruz, y mira que bien le fue.

Con este regalo, que tiene todos los visos de ser inconstitucional, los capellanes de los hospitales públicos de Madrid van a formar parte de los comités de ética y de los interdisciplinares de cuidados paliativos, a los que les están encomendadas decisiones como las sedaciones a los enfermos terminales, abortos y prácticas médicas que los idearios morales de las religiones consideran su coto privado. Es decir, los representantes de la religión católica tienen bula para contradecir el criterio científico de los médicos. La sombra del denunciante “anónimo” del doctor Montes es alargada.

El Consejero de Sanidad, Juan José Güemes, ante el revuelo armado por la emisora, ha salido al paso diciendo que aunque los curas pueden opinar, su dictamen no es vinculante. Y todos nos preguntamos ¿qué hacen, pues, allí? ¿Por qué firma un papel que permite a la Iglesia fisgar en nuestra muerte después de lo que ya husmeó hasta saciarse en nuestra vida?

Buena parte de los médicos de urgencias de la red sanitaria madrileña coinciden en que esta comunidad se ha convertido en uno de los peores lugares para morir, desde que el fantasma del talibán denunciante del Doctor Montes deambula por sus hospitales. Ahora sólo faltaba que los defensores de morir sin cuidados paliativos, además del derecho de denuncia anónima, puedan alargar nuestra agonía a su antojo. ¡Qué amor enfermizo por la tortura y el sufrimiento!

De aquí.

Hechiceros liberales

¿Por qué tiene que haber un cura, nombrado por el obispo, en todos los comités de ética de los hospitales públicos de la Comunidad de Madrid? ¿Acaso el hecho de ser cura equivale a ser especialista en cuestiones morales en las sociedades modernas? Un cura no pasa a ser un experto en temas éticos porque así lo decida su superior, ni mediante un cachetito del cardenal en la mejilla.

Por supuesto que muchos comités de ética en el mundo cuentan entre sus miembros con religiosos o sacerdotes. Pero no porque les haya nombrado la jerarquía católica, ni por su condición de tales, sino que han sido elegidos por su fama y prestigio, sus publicaciones, debates o ensayos sobre el tema. Nadie con sentido común tendría algo que oponer a que el jesuita Teilhard de Chardin hubiera formado parte, por ejemplo, del comité de ética del hospital de la Paz. Ojalá. Lo malo es que, muy probablemente, hubiera sido el propio cardenal arzobispo de Madrid quien le hubiera puesto inmediatamente el veto, por poco obediente, o quizás, por excesivamente conocedor del tema.

De lo que se trata ahora es de un convenio firmado entre la Comunidad de Madrid y monseñor Rouco por el que los curas que asisten en los hospitales a los enfermos católicos que solicitan sus servicios, entran a formar parte, también, de los llamados Comités de Ética y comités interdisciplinarios de Cuidados Paliativos de todos los centros sanitarios de propiedad pública de Madrid. ¿Para qué? ¿Para que rocíen con agua bendita la mesa de reuniones?

No tiene sentido que la Comunidad llegue a un pacto semejante con la jerarquía de la Iglesia católica. Ya sabemos lo que piensa esa jerarquía: a Jesús nadie le abrevió la agonía en la cruz. Para ellos, de nada sirve que hayan pasado XXI siglos desde entonces y que nadie muera en España ni en la cruz, ni por sus ideas o creencias. Es verdad que tienen derecho a pensar lo que quieran y a recomendar a sus seguidores que sigan el ejemplo de su líder. Los Testigos de Jehová tampoco aceptan determinados tratamientos. Mientras sean adultos, no hay nada que discutir.

Pero por esa condición de curas o de jerarquía religiosa, católica o de cualquier otra fe, no tienen derecho a decidir sobre el tipo de asistencia médica que debe recibir el conjunto de la ciudadanía ni a participar en el debate sobre cuestiones de moral social que afectan a todo tipo de ciudadanos, creyentes o no. Los ciudadanos, que tenemos derecho a tratamientos médicos de calidad, deberíamos exigir también que los debates sobre cuestiones morales que afectan a nuestra vida y a nuestra muerte no queden en manos de ignorantes o aficionados, cuyas únicas credenciales demostradas o demostrables sean tener fe y obediencia. Ni curanderos para tratar nuestras enfermedades ni sermoneadores para debatir la moral social.

Por supuesto que han surgido nuevos problemas comunes a la humanidad que requieren de nuevos instrumentos teóricos para comprenderlos y para actuar sobre ellos. Por supuesto que hay sacerdotes y religiosos, católicos y de otras creencias, que han dedicado su esfuerzo y su capacidad intelectual a debatir estos temas. Bienvenidos sean a la mesa de discusión con profesores de ética y con expertos en derecho. Pero eso no tiene nada que ver con firmar un acuerdo con el cardenal arzobispo de Madrid sobre el papel o la influencia de los curas en los hospitales públicos.

Lo más increíble de todo este asunto es que el laicismo, la doctrina que defiende la independencia de los hombres y mujeres, de la sociedad, y muy particularmente del Estado, respecto a cualquier organización o creencia religiosa, no fue un invento del socialismo, sino del liberalismo. Es una lástima que los políticos españoles que se reclaman hoy liberales aparentemente no hayan leído siquiera algún manual escolar sobre el tema y que se crean que el liberalismo es una palabra que significa lo que a cada uno le viene bien en cada momento.

En el caso de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, la única persona dentro del PP que ha dicho claramente que es liberal, que defiende el liberalismo y que quiere que su partido se acoja a esa doctrina, da la impresión de que cree que es algo que nació con la escuela económica de Chicago y que se refiere sólo a la privatización acelerada, por las buenas o por las malas, de todos los servicios públicos que se pueda, incluida la educación y la sanidad. Resulta asombrosa la naturalidad con la que la presidenta ignora buena parte de la doctrina que dice representar, en concreto todo lo que ayudó a la modernización de las sociedades europeas del XIX y que tenía que ver, precisamente, con la vigorosa y tenaz defensa de la libertad de conciencia ante cualquier tutela teológica o religiosa. Lo más contrario al liberalismo no es un hospital de gestión pública. Lo radicalmente contrario a todo lo que significa y significó esa doctrina política es, precisamente, el convenio que ha firmado en Madrid Esperanza Aguirre.

De aquí

17/4/08

Sus colgajos

Son de ilustres burgos, ansones, losantos, pejotas, usias y alguna que otra schlichting, pero segregan ese líquido viscoso y corrompido por la comisura de sus parpados, acentuando el asco que desprende su mirada.

Tenemos que mirar sus caras, seguir con atención el recorrido; ver como avanza ese residuo pútrido que desciende por los pliegues hasta la boca, como carcome gota a gota su lengua relamida; como la inunda y luego la desborda, para proseguir su camino hasta la mano pegajosa que sostiene la pluma y derramar allí toda su miseria.

Cuando fluye toda esta baba compartida y el periodismo se acojona, estos mirones clandestinos, estos fetichistas de la mugre, se proclaman profetas con derecho de pernada, levantan púlpitos con barrocos tornavoces, apoyan sus falanges en el antepecho, despliegan su abyección más tenebrosa y corrompen el espacio compartido.

Cuando el periodismo se acojona delante de estos usurpadores del oficio, la cloaca extiende su dominio, se adueña de la plaza pública y construye allí su pasatiempo favorito: el juego delictivo del insulto, donde prevalece y se premia la discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social, como pueden ser la orientación sexual, la fe o falta de ella, la ideología, la gestación, la edad, el nombre o el apellido.

Cuando el periodismo se acojona delante de estos mediocres, que confunden la baba con el intelecto, nuestra profesión pierde el futuro; los ciudadanos, su libertad, y la democracia, el sentido.

El periodismo tiene que hacer frente a la contaminación que desprenden estos exhibicionistas de la baba en la pluma, a la perversión que esconden bajo el necesario paraguas de la libertad de expresión.

Son previsibles. Se plantan delante de sus víctimas y abren con rapidez sus gabardinas, dejando ver su desnudez intelectual. Pero, son cobardes. Si les plantamos cara, mirando fijamente sus despojos orgánicos, señalando con el dedo su minusvalía y mostrando nuestro desprecio con una sonora carcajada, que al tiempo alerte al resto de la ciudadanía, salen corriendo a esconder sus complejos y sus colgajos... en el fango.

(A ellas, que sufren estos días el maltrato de quienes quieren robarnos el oficio: disculpas.)

De aquí

15/4/08

Las sorpresas que depara la realidad

En algún artículo aparecido hace tiempo en el Financial Times, leí la expresión amateur economics, empleada con condescendencia, para referirse al flujo de opiniones y análisis sobre los problemas económicos que salen de los labios o las plumas de los legos. Debe haber un sentimiento de frustración entre los sacrificados profesionales de la disciplina al ver que dos siglos y pico de esfuerzo intelectual, y más de uno desde que la formalización matemática irrumpiera entre los métodos del análisis económico, no han bastado para impedir el acceso de los profanos a los arcanos de una ciencia sombría.

Pero una ciencia que trata de las riquezas y su distribución o, como prefieren los ortodoxos, de la más eficiente distribución de los recursos escasos, tiene pocas posibilidades de mantenerse al abrigo de los intrusos. Mucho más si, como ocurre en estos momentos, aparecen señales alarmantes en aspectos tan sensibles y tan visibles para el gran público como la vivienda, el precio de los alimentos o las compras de coches.

Los expertos están algo perplejos a la hora de interpretar esas señales y ofrecer pronósticos sobre la profundidad de la crisis que parecen anunciar. Lo cierto es que muchos de esos expertos sólo pueden culparse a sí mismos por el apuro en el que se encuentran. Durante meses han estado ofreciendo análisis, por así decir, constructivos, atentos a los que ellos consideraban los superiores intereses del país o de su gobierno. Es decir, comportándose más como elevados estadistas que como artesanos respetuosos con las reglas de su oficio. Y la realidad no siempre se muestra comprensiva con los altruistas.

Pero son especialmente los economistas ortodoxos los que acumulan más razones para removerse incómodos en sus asientos. La principal es el súbito retorno de las recetas keynesianas. Cuando parecía haberse cumplido con éxito la tarea de cerrar con siete llaves el sepulcro de Keynes, he aquí que, ante la amenaza de una crisis severa, todo el mundo redescubre el encanto de los estímulos a la demanda: la receta keynesiana por excelencia, aunque no la única ni la más revolucionaria de su arsenal.

Además, como recordaba hace poco Paul Krugman en las páginas del New York Times, los estímulos a la demanda que resultan más eficaces son los que se dirigen a los sectores sociales más desfavorecidos; algo que choca con la ortodoxia económica prevaleciente en los últimos años. Son aquellos sectores, explicó Keynes, los que con más seguridad trasladarán cualquier dólar o euro suplementario que les llegue a los bolsillos en decisiones de gasto susceptibles de estimular la economía.

Otro comentarista prestigioso, éste desde el Financial Times, se permitía hace algún tiempo apuntar a otra incómoda verdad keynesiana como origen de los problemas actuales. Escribiendo en su blog hace ahora algo más de un año, Martin Wolf decía que, aunque, según la opinión dominante, los nubarrones que se cernían entonces sobre la economía -transformados luego en sonora tormenta- sólo podían ser pasajeros (porque la economía mundial tenía el viento de popa gracias al efecto combinado de las nuevas tecnologías, el crecimiento de China y la India y los beneficios de la globalización), existía otra perspectiva menos tranquilizadora.

La economía actual, decía Wolf, sufre de un enorme excedente de ahorro en relación con la inversión; una situación que, como es bien sabido, era uno de los supuestos centrales que Keynes planteó en su Teoría General y cuya posibilidad era negada por la doctrina ortodoxa. La absorción de ese excedente ha generado, en opinión de Wolf, dos consecuencias estrechamente relacionadas: los denominados "desequilibrios globales", que han convertido a los EE UU en el destino de más de tres cuartas partes de ese exceso de ahorro, y un relajamiento de la política monetaria. Y el resultado ha sido la subida en los precios de los activos (algo que me he permitido calificar algunas veces como la inflación de los ricos para distinguirla de la otra, tan vapuleada, que tiene su origen en las alzas salariales) y en particular del mercado de la vivienda, el motor que ha impulsado la demanda hacia los altos niveles de crecimiento de estos años.

Wolf citaba como ejemplo de este encadenamiento de causas y efectos a las economías de Estados Unidos, Reino Unido y España, y concluía que, debido a él, la corrección de la situación (es decir, en nuestro caso, de la burbuja inmobiliaria, del repunte de la inflación y de la pérdida de impulso de la economía) podría ser más dolorosa de lo que la opinión dominante preveía.

Las sorpresas que depara la realidad deberían servir de aviso a los economistas profesionales de que no siempre el consenso de los expertos o las opiniones establecidas constituyen una garantía de acierto. Después de todo muchas de las grandes correcciones experimentadas por el pensamiento económico -al igual que en otras ramas de la ciencia- debieron llevarse a cabo a base de romper con la sabiduría recibida.

Y desde luego son un incentivo para que los ciudadanos, por definición simples aficionados en la dura disciplina del análisis económico, sigan atreviéndose a pensar con su propia cabeza.

De aquí

Los nuevos mendigos

Primer acto de la obra La sociedad del riesgo global: Chernóbil. Segundo acto: la amenaza de la catástrofe climática. Tercer acto: el 11-S. Y en el cuarto acto se abre el telón: los riesgos financieros globales. Entran en escena los neoliberales del núcleo duro, quienes ante el peligro se han convertido de repente desde la fe en el mercado a la fe en el Estado. Ahora rezan, mendigan y suplican para ganarse la misericordia de aquellas intervenciones del Estado y de las donaciones multimillonarias de los contribuyentes que, mientras brotaban los beneficios, consideraban obra del diablo. Qué exquisita sería esa comedia de los conversos que se interpreta hoy en la escena mundial si no tuviera el resabio amargo de la realidad. Porque no son los trabajadores, ni los socialdemócratas o los comunistas, ni los pobres o los beneficiarios de las ayudas sociales quienes reclaman la intervención del Estado para salvar a la economía de sí misma: son los jefes de bancos y los altos directivos de la economía mundial.

Para empezar, tenemos a John Lipsky, uno de los dirigentes del Fondo Monetario Internacional y reconocido fundamentalista del libre mercado, quien de pronto exhorta con una llamada alarmista a los gobiernos de los Estados miembros a hacer exactamente lo contrario de lo que ha predicado hasta ahora, esto es, evitar un derrumbe de la economía mundial con programas de gasto masivos. Como es sabido, el optimismo es inherente al mundo de los negocios. Cuando incluso él habla de que los políticos tendrían que "pensar lo impensable" y prepararse para ello, queda claro lo grave de la situación.

El fantasma de lo "impensable", que ahora es una amenaza en todas partes, debe por supuesto despertar el recuerdo de las crisis mundiales de los siglos pasados, y salvar a los bancos del abismo. Entra en escena Josef Ackermann, jefe del Deutsche Bank, quien confiesa que él tampoco cree ya en las fuerzas salvadoras del mercado. Al mismo tiempo, se retracta de su abjuración y afirma que no tiene dudas sobre la estabilidad del sistema financiero. Eso suena tranquilizador. ¿O no? Si el distinguido economista fuera sincero, tendría que admitir dos cosas: que la historia de esta crisis es una historia del fracaso del mercado, y que en todas partes gobierna el desconcierto, o más bien la brillante ignorancia.

El mercado ha fracasado porque los riesgos incalculables del crédito inmobiliario y de otros préstamos se ocultaron intencionadamente, con la esperanza de que su diversificación y ocultación acabaría reduciéndolos. Sin embargo, ahora se demuestra que esta estrategia de minimización se ha transformado en lo opuesto: en una estrategia de maximización y extensión de riesgos cuyo alcance es incalculable. De repente, el virus del riesgo se encuentra en todas partes, o por lo menos su expectativa. Como en un baño ácido, el miedo disuelve la confianza, lo cual potencia los riesgos y provoca, en una reacción en cadena, un autobloqueo del sistema financiero. Nadie tiene mejores certidumbres. Pero de pronto, ahora se sabe en todas partes que ya nada funciona sin el Estado.

¿En realidad qué significa riesgo? No hay que confundir riesgo con catástrofe. Riesgo significa la anticipación de la catástrofe. Los riesgos prefiguran una situación global, que (todavía) no se da. Mientras que cada catástrofe tiene lugar en un espacio, un tiempo y una sociedad determinados, la anticipación de la catástrofe no conoce ninguna delimitación de esta índole. Pero al mismo tiempo, puede convertirse en lo que desencadena la catástrofe, siempre en el caso de los riesgos financieros globales.

Es cierto que los riesgos y las crisis económicas son tan antiguos como los propios mercados. Y, por lo menos desde la crisis económica mundial de 1929, sabemos que los colapsos financieros pueden derrocar sistemas políticos, como la República de Weimar en Alemania. Pero lo que resulta más sorprendente es que las instituciones de Bretton-Woods fundadas después de la Segunda Guerra Mundial, que fueron pensadas como respuesta política a los riesgos económicos globales (y cuyo funcionamiento fue una de las claves para que se implantara el Estado del bienestar en Europa) hayan sido disueltas sistemáticamente desde los años 70 del siglo pasado y reemplazadas por sucesivas soluciones ad hoc. Desde entonces estamos confrontados con la situación paradójica de que los mercados están más liberalizados y globalizados que antes, pero las instituciones globales, que controlan su actuación, tienen que aceptar drásticas pérdidas de poder.

Como se ha demostrado con la "crisis asiática", además de la "crisis rusa" y la "crisis argentina", y ahora también con los primeros síntomas de la "crisis americana", los primeros afectados por las catástrofes financieras son las clases medias. Olas de bancarrotas y de desempleo han sacudido estas regiones. Los inversores occidentales y los comentaristas en general observan las "crisis financieras" solamente bajo la perspectiva de las posibles amenazas para los mercados financieros. Pero las crisis financieras globales no pueden "encasillarse" dentro del subsistema económico, como tampoco las crisis ecológicas globales, ya que tienden más bien a generar convulsiones sociales y a desencadenar riesgos o colapsos políticos. Una reacción en cadena de estas características durante la "crisis asiática" desestabilizó a Estados enteros, a la vez que provocó desbordamientos violentos contra minorías convertidas en cabezas de turco.

Y lo que era todavía impensable hace pocos años se perfila ahora como una posibilidad real: la ley de hierro de la globalización del libre mercado amenaza con desintegrarse, y su ideología con colapsarse. En todo el mundo, no sólo en Sudamérica sino también en el mundo árabe y cada vez más en Europa e incluso en Norteamérica los políticos dan pasos en contra de la globalización. Se ha redescubierto el proteccionismo. Algunos reclaman nuevas instituciones supranacionales para controlar los flujos financieros globales, mientras otros abogan por sistemas de seguros supranacionales o por una renovación de las instituciones y regímenes internacionales. La consecuencia es que la era de la ideología del libre mercado es un recuerdo marchito y que lo opuesto se ha hecho realidad: la politización de la economía global de libre mercado.

Existen sorprendentes paralelismos entre la catástrofe nuclear de Chernóbil, la crisis financiera asiática y la amenaza de colapso de la economía financiera. Frente a los riesgos globales, los métodos tradicionales de control y contención resultan ineficaces. Y a la vez, se pone de manifiesto el potencial destructivo en lo social y político de los riesgos que entraña el mercado global. Millones de desempleados y pobres no pueden ser compensados financieramente. Caen gobiernos y hay amenazas de guerra civil. Cuando los riesgos son percibidos, la cuestión de la responsabilidad adquiere relevancia pública.

Muchos problemas, como por ejemplo la regulación del mercado de divisas, así como el hacer frente a los riesgos ecológicos, no se pueden resolver sin una acción colectiva en la que participen muchos países y grupos. Ni la más liberal de todas las economías funciona sin coordenadas macroeconómicas.

Las élites económicas nacionales y globales (los dueños de los bancos, los ministros de finanzas, los directivos de las grandes empresas y las organizaciones económicas mundiales) no deberían sorprenderse de que la opinión pública reaccione con una mezcla de cólera, incomprensión y malicia. Pero el convencimiento certero de que, en una crisis, el Estado al final acabará salvándoles, permite a los bancos y a las empresas financieras hacer negocios en los tiempos de bonanza sin una excesiva conciencia de los riesgos.

No tiene que ver con la envidia social el recordar que los exitosos banqueros ganan al año importes millonarios de dos cifras, y los exitosos jefes de firmas de capital riesgo y de fondos especulativos incluso mucho más. En los tiempos que corren, los banqueros actúan como los abogados defensores del libre mercado. Si el castillo de naipes de la especulación amenaza con desmoronarse, los bancos centrales y los contribuyentes deben salvarlo. Al Estado sólo le queda hacer por el interés común lo que siempre le reprocharon quienes ahora lo reclaman: poner fin al fracaso del mercado mediante una regulación supranacional.

De aquí

14/4/08

Artículo 26

Todas las confesiones religiosas serán consideradas como Asociaciones sometidas a una ley especial.

   El Estado, las regiones, las provincias y los Municipios, no mantendrán, favorecerán, ni auxiliarán económicamente a las Iglesias, Asociaciones e Instituciones religiosas.

   Una ley especial regulará la total extinción, en un plazo máximo de dos años, del presupuesto del Clero.

   Quedan disueltas aquellas Ordenes religiosas que estatutariamente impongan, además de los tres votos canónicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado.  Sus bienes serán nacionalizados y afectados a fines benéficos y docentes.

   Las demás Ordenes religiosas se someterán a una ley especial votada por estas Cortes Constituyentes y ajustada a las siguientes bases:

   1. Disolución de las que, por sus actividades, constituyan un peligro para la seguridad del Estado,

   2. Inscripción de las que deban subsistir, en un Registro especial dependiente del Ministerio de justicia.

   3. Incapacidad de adquirir y conservar, por sí o por persona interpuesta, más bienes que los que, previa justificación, se destinen a su vivienda o al cumplimiento directo de sus fines privativos.

   4. Prohibición de ejercer la industrial el comercio o la enseñanza.

   5. Sumisión a todas las leyes tributarias del país.

   6. Obligación de rendir anualmente cuentas al Estado de la inversión de sus bienes en relación con los fines de la Asociación.

   Los bienes de las Ordenes religiosas podrán ser nacionalizados.

De aquí.

14 de abril

10/4/08

Ciudadanía y salas vaticanas

La secularización imparable de la sociedad, aunque lenta y zigzagueante, comporta el abandono del sufrimiento inútil como único patrimonio del que no tiene otro que inmolarse por nada. Este cambio de paradigma ha propiciado que en los últimos lustros sea objeto de discusión pública uno de los tabúes mejor conservados en los paños de una hipocresía digna de mejor causa: la eutanasia.

Superado por la clase médica el complejo de impotencia ante la muerte como proceso irreversible de los pacientes terminales, pese al impresionante arsenal terapéutico del que dispone, sólo queda liberase de la férula de la administración religiosa o aparentemente laica de aspectos morales y personales íntimos de los ciudadanos. La tarea no es fácil, pues enfrentamos un debate que es presa fácil de la demagogia y la demonización de aquellos que pretenden que los ciudadanos sean ciudadanos de la cuna al féretro.

Con la caritativa precisión que el caso requiere, se nos ha recordado la pasada Semana Santa que Cristo murió sin cuidados paliativos. Ejemplo a seguir quizás por otros redentores, pero no por ciudadanos de a pie; norma acaso a imponer a otros salvadores, pero no a quienes no la han votado ni pedido.

Los casos de Ramón Sampedro, Diane Pretty, Inmaculada Echevarría o Chantal Sébire, entre otros, han dado la vuelta al mundo, tanto por el dramatismo de sus peticiones como, salvo en el caso de Inmaculada, por la nula respuesta jurídica dada a sus pedimentos de no sufrir la condena de morir en vida, tal como ellos concebían su vida. Los órganos públicos, jurisdiccionales o administrativos, no han atinado a dar argumentos jurídicos -morales o pseudomorales muchos- y han agravado aún más la situación de absoluta insoportabilidad en que dichos ciudadanos se hallaban.

Se olvida que el drama de quien insta la eutanasia es debido a que se encuentra en una situación sin salida. En efecto, el enfermo terminal y/o con padecimientos insoportables e incurables pide la eutanasia porque su situación de postración es tal que ni siquiera puede quitarse la vida. No sé si Camus tenía razón cuando en El mito de Sísifo argumentaba que la primera consecuencia de la primera pregunta filosófica del ser humano debía ser la relativa al suicidio, pues lo primero a determinar es si la vida vale la pena ser vivida o no.

Lo cierto es que si el suicidio es la última decisión personal, no se ve la razón de negar ese derecho, con las debidas cautelas, a quien en estado de postración insufrible e irreversible, pero sin perder un ápice de su ciudadanía en un Estado social y democrático de derecho, pide a los poderes públicos que arbitren su salida de esta vida. No se trata de poner en pie, como algunos han pregonado, boutiques eutanáticas en manos de nazis. Se trata de que, en casos extremos, en pleno ejercicio de la libertad personal, que incluye la ideológica, el Estado garantice esa actuación piadosa y asegure la impunidad de quien ayuda a otro a dejar lo que para el peticionario es infierno en vida.

Desde 1995, la regulación penal española, en alguna medida auxiliada por las diversas leyes territoriales de derechos del paciente y/o de voluntades anticipadas, ha despenalizado de facto lo que el artículo 143. 4 del Código Penal denomina auxilio ejecutivo al suicidio. En efecto, de la mano de atenuantes muy cualificadas puede llegarse a una pena de prisión inferior a dos años, lo que, como es sabido, en el 99,99% de los casos comporta no ingresar en la cárcel. Además, para más inri, pese a que en la legislación anterior la pena por esa actuación era idéntica a la del homicidio, no se registraban condenas. O sea, que procede ahorrarse el rasgar de vestiduras, pues la hipocresía sigue cubriendo este punto negro de nuestro Derecho, quedando los sujetos implicados a merced de la conjunción de algún fundamentalista y de una sala vaticana.

Una muestra de lo delirante que es nuestro régimen jurídico la tenemos en la STC 154/2002. Esta resolución consideró, aquí sí erróneamente, la inexistencia de responsabilidad penal de los padres de un menor de 13 años que, testigo de Jehová como sus progenitores, en virtud de la libertad de conciencia (¡religiosa, aquí sí!), se negaba a recibir transfusiones de sangre, a la postre único recurso terapéutico sanador. Esos padres, obrando en representación de su vástago, mantuvieron tal negativa, con el fatal resultado previsible. Pero se consideró que alguien que no puede prestar consentimiento válido, no ya para negociar, sino para casarse, sí puede, amparado en su religión y por boca de sus padres, negarse a recibir un tratamiento médico del calibre referido. No se recuerda que los adalides del sufrimiento por la crucifixión y sus adláteres alzaran sus voces contra esta resolución, ni que el equipo crítico habitual censurara al Alto Tribunal por su posicionamiento.

Uno de los retos de la nueva legislatura estriba en legislar positivamente esta materia, despenalizando con las debidas garantías la eutanasia, dejándose de palabrería encubridora de la realidad, llamando al pan pan y al vino vino. Quienes, en uso de su legítimo derecho, se opongan, no han de olvidar que el nuevo derecho de ciudadanía que la eutanasia supone no es contra ellos, sino a favor de los sufrientes que lo quieran utilizar. Quien quiera padecer por sí mismo es muy libre de hacerlo, pero no de exigirlo, bajo pena, a los demás.

De aquí.

6/4/08

Ultraje

Conocí ayer que Jaume D’Urgell ha sido condenado por sustituir la bandera monárquica por la bandera tricolor /.../. La condena (explicada y colgada en La Democracia, el diario digital que edita Jaume) afirma que esa sustitución es un ultraje a España. Tres días antes, en la iglesia de los Jerónimos, íntimamente ligada a la monarquía española (en ella se celebró, por ejemplo, el funeral de Juan de Borbón) se conmemoró el día de la Victoria, pues se cumplían sesenta y nueve años de la victoria militar del fascismo europeo sobre la República democrática representada por la bandera que, al parecer, ultraja a España.

El acto de los Jerónimos, que ningún juez considerará nunca como un ultraje a España,  contó con la emocionada presencia de la hija del genocida Francisco Franco (Carmen Franco) y con el líder tradicional del fascismo español, Blas Piñar. En él los asistentes besaban como podéis ver la bandera que simboliza el genocidio franquista. No hay problema: esto es un ejercicio de la libertad de expresión.

En cambio, Jaume D’Urgell sustituyó la bandera monárquica por la plenamente democrática bandera tricolor durante el ejercicio de un derecho reconocido por la Constitución (fue durante una manifestación) con el que se reivindicaba el cumplimiento de otro derecho igualmente reconocido por la Constitución (el derecho a una vivienda digna). Derechos reconocidos por la Constitución de esa España que no se siente ultrajada por el homenaje al fascismo genocida y golpista, pero sí por la reivindicación desobediente de una república democrática.

¿Qué España es esa que se siente ultrajada por la apuesta democrática y no por la apología del fascismo en uno de sus templos simbólicamente más ligados a su poder? Muchos se escandalizan de que en la izquierda evitemos el uso de la palabra ‘España’ y utilicemos frecuentemente referencias jurídicas (’Estado’) para describir esta porción del mundo. Este tipo de sentencias vienen a confirmar lo que todos sabemos: que esa ‘España’ es de derechas, es de los nacionales que generosamente transigen con la existencia de otros siempre que no cuestionen el statu quo. España sigue siendo, en el imaginario colectivo tan brillantemente reflejado por la sentencia, una España nacional que sigue queriendo cautivar y desarmar al ejército rojo.

Es una España digna de ultraje y de jueces como el que ha condenado a Jaume.

Enhorabuena, Jaume.

De aquí

Pedagogía murciana

El alcalde de Torre Pacheco ya es inquilino de la prisión de Sangonera acusado de un rosario de delitos, desde prevaricación hasta malversación de fondos públicos, en un nuevo escándalo de corrupción urbanística que sacude a la Región de Murcia. Nada nuevo bajo el sol murciano. Mientras tanto conocemos por los medios de comunicación escritos que los habitantes del municipio en cuestión hacen piña incodicionalmente, una vez más, a favor del presunto corrupto aunque pesen sobre él gravísimas imputaciones. Se arguyen argumentos conocidos, por repetidos en los últimos años: "que si es un buen chico, que si lo han engañado, que si con él el pueblo ha ido a mejor". Es la típica justificación social al "marbellazo" que recorre nuestra geografía y que tuvo como punto álgido las vergonzosas muestras de apoyo a reos como Jesús Gil o Martinez Andreo, con procesiones y misas incluidas. Quienes se molestan cuando comparamos la situación de la Región de Murcia con Marbella no pueden negar la mayor, por muy tostos que se pongan. Hay tantos puntos en común que asusta. Las concentraciones en apoyo de los presuntos delincuentes son el síntoma de la putrefacción de una sociedad que ha perdido gran parte de sus principios. Las alarmas se encienden una vez más para escándalo y vergüenza de muchos murcianos que vemos como nuestra imagen en el exterior se hunde a pasos agigantados.


Ya es hora de abordar y despejar algunas de estas justificaciones machaconas por burdas y falaces, las mismas que sirven de alpiste y abono para que los cuatro listos de turno se hagan de oro a costa de los ciudadanos. Se aprovechan los corruptos de que la sociedad murciana adolece de una mínima cultura política para entender que la corrupción afecta a las economías particulares, sin discusión. O que sin corrupción se crece y además se crece más. Este es el problema de fondo. Nadie ha explicado al ciudadano en qué le afecta que un tipo se lleve un maletín cargado de dinero negro o que regale una parcela municipal al amiguete empresario, total, no se lo descuentan de la nómina, no se palpa directamente el desfalco. La corrupción se sigue viendo como en Ecuardor y Venezuela, como un fenómeno lejano qu es inútil combatir. Es por ello que me veo en la obligación de analizar, explicar y matizar en este artículo algunas de las cuestiones "populares" que brotan cada vez que se produce una operación contra la corrupción urbanística como la acontecida en Torre Pacheco.


Sí porque es descorazonador ver como cada vez que la Justicia actúa contra los supuestos delincuentes de cuello blanco se repite por activa y por pasiva que "fulano", tal alcalde/concejal/político "es muy buena persona y no se merece lo que le han hecho", como si el presunto fuese la víctima y el juez el verdugo. Es necesario puntualizar a estos despistados ciudadanos que las cárceles están llenas de buenas personas. No se condena a nadie por ser mejor o peor tipo, por ser simpático o gruñón, por ser más guapo o menos agraciado, no se trata de eso. Siento desilusionar a la gente pero las condenas se basan en la infracción de un código penal que los españoles se han dado en forma de leyes a cumplir escrupulosamente, por todos en igualdad de condiciones como establece nuestra Constitución. Así un médico puede ser un padre ejemplar, un marido cariñoso o un vecino agradable, pero luego ser en su profesión un peligroso incompetente, un camikaze a la hora de operar o un irresponsable a la hora de diagnosticar; la justicia debe actuar para apartarlo porque es un peligro público. Nuestro código penal y nuestras leyes son la garantía para estar protegidos de violadores, asesinos, malhechores, sí, pero también de aquellos que se aprovechan de sus cargos públicos para malversar fondos y hacer negocio con el patriminio ajeno; ellos también son un peligro para la sociedad aunque no lleven navajas o pistolas. Son lo más parecido a un ladrón que entra por la noche a robar con sigilo en tu casa. Son conductas censurables, sin matices, porque atentan contra el sistema y contra las leyes. No existe justificación posible, quien mete la mano, prevarica o malversa debe pagar por ello.


Pero la mayor defensa que se hace de los presuntos corruptos, sin duda, proviene de la creencia de que "para que haya crecimiento económico es necesario, incluso deseable, que se produzcan conductas corruptas". Se asocia así en el inconsciente colectivo crecimiento a corrupción. Esto es falso (un engaño) y cualquier ciudadano puede darse cuenta parándose a reflexionar dos minutos. Dicen algunos expertos que la Región de Murcia se ha marbellizado. El síntoma más significativo es la tolerancia a la corrupción y la defensa del sistema corrupto, porque muchos ven amenazada su supervivencia económica y su situación de privilegio pasivo, esto es, el "cualquier día me toca a mí y hago negocio".


Voy a intentar explicar con palabras sencillas por qué se puede crecer más sin corrupción, que se crea más riqueza sin enfuches, que el pueblo sale beneficiado del juego limpio, demostrando que sin chanchullos y maletines el reparto de la riqueza creada se lleva a efecto de forma más eficiente mientras se respetan escrupulosamente las leyes que los españoles hemos consensuado:


a. Cuando se produce un tráfico de influencias, es decir, un cargo público beneficia a un particular por amistad o por interés económico se está atacando una de las bases del sistema económico: la libre competencia y la igualdad en derechos y deberes de los españoles. Es como cuando en un concurso oposición se queda con la plaza un enchufado que ha sacado peor nota. Los examinados no parten con las mismas oportunidades, con la misma ventaja. Eso repercutirá en el desempeño del que obtiene la plaza, con total seguridad, al sacar peor nota seguramente será menos competente, esto es, realizará un peor trabajo (esto redudará en un peor servicio a los ciudadanos). Quedan fuera los mejores, se quedan los enchufados así es el tráfico de influencias. Cuando hablamos de un ayuntamiento o gobierno estamos hablando de personas que manejan y gestionan cantidades desorbitadas de dinero. Eso añade un plus de "gravedad" que no debemos pasar por alto.


b. Si "Fulano", alcalde, concede la obra pública, casi en exclusiva y a dedo, a un promotor inmobiliario, se produce un fraude a la actividad económica y a la libre competencia. Para empezar se traza una línea entre ciudadanos de primera (los que rodean al cargo público corrupto) y de segunda (el resto). Es una ventaja que atenta contra la igualdad de oportunidades y contra los principios más elementales de nuestro sistema económica. A saber, "x" empresario obtiene fraudulentamente una carga de trabajo en exclusiva que podría ir a parar a diferentes empresarios, esto es, el reparto de riqueza y oportunidades se menciona en Carta Magna. ¿El empresario, el promotor, el ciudadano apoya el tráfico de influencias? ¿Apoya que "mengano" por ser amigo del alcalde o del consejero se haga con todo el pastel? Algunos se comen la tarta, pero dejan migajas. Otros, la mayoría minoritaria, se han conformado con esas migajas pensando que algún día les caerá "algún pedazo más grande". Pero si todos somos iguales, si tenemos los mismos derechos, si vivimos en una sociedad relativamente justa, ¿merecen prosperar unos más que otros según el parentesco o la fuerza económica que tengan con el cargo corrupto?


c. Si además de favorecer a determinado empresario se produce una malversación de fondos públicos, como casi siempre ocurre, nos encontramos con que, además de ser dañada la libre competencia, se expolia el patrimonio municipal, esto es, el que pertenece a todos los habitantes de un municipio. La libre competencia permite que ese municipio pueda elegir entre diferentes ofertas que le lleguen para realizar una obra (por ejemplo) y elegir la más beneficiosa para las arcas según criterios de eficacia y eficiencia. Es decir, si se presentan en iguales condiciones 5 empresarios para hacer una biblioteca, yo alcalde, responsable del dinero de los contribuyentes, tengo la obligación de optar por la oferta más económica para una misma calidad. El problema, cuando se malversan fondos públicos y se produce un tráfico de influencias, es que el cargo público corrupto beneficia a un empresario afín aunque la oferta de este sea más costosa para el ayuntamiento, esto es, que haya perjuicio económico para el patrimonio de los ciudadanos. No tiene sentido pagar más por algo que vale menos. Es como tener delante dos viviendas iguales, mismos metros, mismas calidades, una con un precio de 50 millones, otra con un precio de 40, y que tú eligieses la primera: sería un atentado contra tu patrimonio, contra tu cuenta corriente, contra tus fondos. El político y el empresario corrupto funcionan así.


d. ¿Por qué un cargo público, amistades aparte, decide beneficiar a un particular a costa del patrimonio de un municipio? Porque ese alcalde, consejero o presidente recibe a cambio un cohecho, esto es, una contrapartida por prevaricar, esto es, adoptar una resolución injusta, la decisión de primar al empresario corrupto aunque la oferta de este devenga una malversación de caudales públicos. Se produce un trasvase de dinero evidente: ese margen que se ahorra el corrupto o que gana de más sale del pueblo, de los ciudadanos, de su contribución en impuestos (dinero público) y va a parar al bolsillo del empresario y del político sin escrúpulos: el empresario recibe la obra en unas condiciones muy ventajosas; el político recibe un maletín, un par de pisos a buen precio o un viaje con todos los gastos pagados, todo a espaldas de los ciudadanos que te han votado.


e. Así el político, servidor de lo público, se convierte a su vez en un empresario, sirviéndose de la confianza que los ciudadanos han depositado en él, para hacer negocios privados. Por eso Fraga no quería constructores en el PP. Porque no tienen cargos de responsabilidad para hacer sus negocios particulares sino para salvaguardar las finanzas municipales y trabajar por sus conciudadanos. Porque con lo que recauda su ayuntamiento, comunidad o gobierno se cumplen una serie de servicios comunitarios básicos, es la potestad del político gestionarlos. Cuando se malversan fondos, cuando se prevarica, cuando se da un caso de tráfico de influencias, es a costa de los ciudadanos. No te lo descuentan de la nómima y por eso no te das cuenta. Ese dinero que se pierde y se reparten los corruptos debería ir destinado a otros fines sociales que repercuten directamente en la calidad de vida de los ciudadanos: colegios, guarderías, centros de salud, nuevos juzgados, más policías, carreteras. Todo eso se queda en el maletín. ¿De dónde piensa la gente se salen esas plusvalías? Así funciona la corrupción, la estafa.


f. Un ejemplo. Imagínese que yo soy un intermediario en la venta de viviendas. Usted quiere vender su vivienda, una vivienda que usted tasa razonablemente en 50 millones pues es el precio de mercado (el vecino vendió hace dos meses una igual por ese precio). Bien, ahora imagínese que yo hablo con un interesado en su vivienda y le digo: "yo convenzo al vendedor de que el precio real no supera los 30 millones, accederá porque confía en mí, de esos 20 que te ahorras me das 10 a mí". Así, el comprador compra por 40 millones lo que vale 50. El intermediario se lleva 10 millones por la cara, el comprador se ahorra otros 10. ¿Y qué ha pasado con el que vende su vivienda? Que ha vendido por 30 algo que vale 50. Esos 20 millones, se los han quedado el comprador y el intermediario. Con esos 20 millones que ha perdido sin saberlo podía haberse comprado un coche nuevo, o dos plazas de garaje en el centro de Murcia, o podía haberlos metido a plazo fijo, o podía haberlos repartido entre familiares. Pero se los quedó el sinvergüenza de turno.


g. Ahora cambie "intermediario" "por alcalde", "comprador" por "empresario" y "vendedor" por "tal municipio o tantos ciudadanos". Donde se dice "vivienda" por "suelo público municipal". Donde se dice "coche" o "plaza de garaje" por "colegio" o "centro de salud". Vuelva a releer el ejemplo de arriba. Ahí lo lleva. Además para más inri, aunque no se descuenten de su nómima, esos caudales perdidos, ese patrimonio esquilmado, perseguirá su cuenta corriente todos los meses. ¿Cómo? Si el alcalde vende patrimonio a un amigo promotor por un precio bajo, como hacer una permuta desventajosa para las arcas municipales, hay menos dinero que se recupera para la caja del que debería. Si se recauda menos hay menos dinero en caja, y si hay menos fondos en caja, por ejemplo, no hay guardería, la guardería va en el maletín que se reparte el político con el empresario (y que irá a parar a sus fiestas, caprichos y excentricidades). Si no hay guardería municipal no te queda otra que pagar una privada. ¡Ya estás pagando por los corruptos otra vez! Si el municipio no tiene plazas de residencia de ancianos, tienes que cuidar de tus padres, o a lo mejor tienes que contratar a una mujer para que esté con ellos. Si se hubiese recaudado ese dinero a lo mejor existían fondos para acometer esa residencia, pero tú, ¡estás pagando otra vez! Es una "metida" de doble entrada, hablando mal. Es como si te abofetearán una mejilla y después la otra. Lo curioso es que tú sonríes y das las gracias (les votas a ciegas).


h. La prueba de que se crece más sin corrupción es la siguiente. Si yo alcalde doy la obra pública al promotor que mejor oferta hace para las arcas del ayuntamiento (más barata a igual calidad) sin favoritismos, pasará: por un lado ese empresario contratará obreros para llevarla a cabo (los mismos que hubiese contratado el empresario corrupto) con lo que las ofertas de empleo no se resienten, se crea trabajo en el municipio (igual o más); por otro lado me quedará más dinero en caja en el ayuntamiento (no he malversado) para encargar nuevas obras con las que otros empresarios se pueden beneficiar en concurso: así hay competencia, comen más empresarios, comen más familias, hay más dinero en circulación, prospera más gente, es decir, no queda todo en familia, se expande con mayor justicia retributiva y social. Como no he traficado con influencia, como no me he quedado con dinero ni he regalado patrimonio, ese dinero lo puedo emplear en encargar más obras, esto es dar más trabajo a más gente, esto es, crear más servicios para los ciudadanos, esto es, dinamizar con más fuerza la economía local.


i. Todos ganan, el ciudadano no capitalista también porque ahora no tendrá que pagar 100 euros todos los meses para que cuiden de su hija en una guardería privada porque se habrá podido hacer con una municipal. Así se ha creado más riqueza para todos: para los empresarios que mueven la actividad económica municipal; para los ciudadanos que tienen mejores servicios, más colegios con mejores medios, más centros de salud o una plantilla más numerosa de policía local. Se ha respetado la ley, se ha sido escrupuloso con la igualdad de oportunidades y todo el municipio recibe los beneficios del crecimiento. ¿Quién ha dicho que sin corrupción no se crece? Se crece más, demostrado queda.


Ahora vamos a desterrar definitivamente la idea de que con el PP en la Región de Murcia hemos prosperado mucho y nos hemos beneficiado todos. Es una media verdad peligrosa. Cualquier ciudadano va a entender el gran timo en el que nos han embarcado unos políticos sin escrupulos en convivencia con la clase empresarial más especuladora y antisocial que de toda España. La derecha económica, mediática y política ha creado una ilusión, un espejismo para enriquecerse. Vamos a desmontarlo:


a. Al amparo de unos tipos de interés inusualmente bajos, los gobiernos del PP pusieron en marcha una serie de leyes e iniciativas para fomentar la compra de viviendas. Una ley del suelo como la de 1998, tremendamente especuladora, que suponía de facto su liberación (todo urbanizable menos lo protegido), propugnada con el apoyo del sector empresarial español a espaldas de otros agentes sociales. Se propugnaron ventajosas deducciones por compra de vivienda mientras se reducían y arrinconaban las deducciones por alquiler. La especulación salvaje como forma de supervivencia y negocio se empezaba a imponer. Privatizaciones, recorte del gasto social, un cambio de modelo "a la americana" que avanzaba a pasos agigantados en España, pero con mayor fiereza en la Región de Murcia.


b. Al mismo tiempo los gobiernos conservadores del PP adormecen los controles públicos, en algunos casos se eliminan directamente. Se depuran fiscales no afines a la doctrina, esto es, decididos a investigar las tramas corruptas que empezaban a surgir. Se desmantelaron las fiscalías anticorrupción, los técnicos de hacienda pasaron a un segundo plano y se estableció el silencio administrativo como un contrato social entre administración y ciudadanos. Se vendió por activa y por pasiva que ciertas conductas corruptas eran necesarias incluso deseables para crear riqueza. Los ciudadanos lo creyeron y confiaron en sus políticos después de una crisis económica que azotó a las grandes potencias occidentales, la de 1993. Esto hizo de caldo de cultivo para que el ciudadano pasara por el aro. "O lo tomas o lo dejas".


c. Curiosamente un ejército de constructores y promotores ingresó, más que nunca, en las listas del Partido Popular. Se hizo contra la voluntad anteriormente expresada por D. Manuel Fraga que se negaba sistemáticamente a que personas pertenecientes a este sector obtuviesen cargo público con las siglas del PP. No pensó igual Aznar, quien empezaba a ver los resultados que obtenían personajes aventajados como Zaplana y Valcárcel en sus respectivas comunidades autónomas. Eran garantía de negocio y financiación, por lo tanto, puertas abiertas para los ladrilleros. Poco importaba el peligro evidente de que esos empresarios del ladrillo confundiesen en muchas ocasiones sus decisiones para favorecer más que intereses generales, aquellos particulares. Empresarios y políticos neoconservadores unidos en un frente común, con un solo fin: hacer caja a espaldas del ciudadano.


d. Como los tipos de interés estaban tan bajos, salía muy rentable pedir dinero al banco. La gente se endeudaba para comprarse una vivienda, coche, vacaciones; pronto empezaron a hacerlo como inversión más que como necesidad cebándose el consumo interno. El suelo empezó a encarecerse lejos de abaratarse por la ley del suelo y por las expectativas de construcción de viviendas. Se consumía mucho, se pedían créditos para todo, circulaba dinero, oportunidades de inversión. Esto creó una conciencia de riqueza de la que muchos políticos se apropiaron, creando la impresión en los que ciudadanos que se crecía más por la acción de un gobierno que no por la coyuntura económica favorable a nivel mundial. Algunos, como Aznar Lopez, se llegaron a autodenominar "milagro económico", la escasa acción política de la oposición política hizo el resto.


e. Todos los años se producían subidas cercanas al 15-20% en el valor de la vivienda. El precio del suelo creció en 10 años un 500% y el de la vivienda un 200%. Era rentable comprar pisos porque a los pocos meses tu vivienda valía en el mercado unos millones más. Como los bancos tenían liquidez prestaban dinero, y así, la gente seguía invirtiendo. Era una espiral peligrosa e insostenible pero la sed de dinero, de hacer negocio, de dar el pelotazo, hizo que mucha gente asumiese un riesgo que no le pertenecía por sueldo y empleo. Pensaban que nunca se quemarían los dedos viendo que la clase política animaba el consumo desenfrenado "la vivienda está cara porque los españoles pueden pagarla" llegó a decir un ministro de Aznar.


f. Pero los sueldos seguían estancados. El precio de la vivienda se disparaba sí, pero el obrero seguía cobrando lo mismo con un trabajo muy precario. Se congelaron los salarios de los funcionarios. Se dejó de hacer obra pública. Se estancaron las inversiones y se resintieron los servicios públicos: sanidad, educación, seguridad. Con el PP en el gobierno se redujo la inversión en el sistema educativo, se privatizó la sanidad y se redujeron las plantillas de policía. Todos los huevos se pusieron en la cesta del ladrillo, en un sector poco productivo. Miles de jóvenes, la mayoría mileuristas en el mejor de los casos, se quedaron fuera del acceso a la vivienda. Se pagaban con ligereza auténticas barbaridades por inmuebles que pocos años antes tenían un precio tres veces inferior. Y los bancos seguían prestando dinero, sin parar. La espiral echaba humo, se iniciaban 800.000 viviendas todos los años.


g. Y así se seguía haciendo negocio con la vivienda. Muchos propietarios y agricultores vendieron sus tierras a buen precio y se convirtieron en nuevos ricos, y a su vez, sus beneficios los volvían a invertir en el ladrillo cegados por el dinero fácil. Se produjo un boom económico basado en la especulación, la depredación del territorio y la corrupción con el apoyo de facto de los ciudadanos. La economía sumergida se infló y el dinero negro comenzó a circular en forma de maletines. Todo el mundo además, tenía sus ahorrillos. Lo más normal del mundo, defraudar a Hacienda, cobrar parte del sueldo en B, encadenar contratos temporales, explotar a los inmigrantes. No existía control del Estado ni sobre el fraude, ni sobre la economía sumergida ni sobre la entrada de inmigrantes ilegales. Es más se promocionó que entrasen sin papales y así además de ser mano de obra barata para los empresarios, serían también consumidores de viviendas. Nunca se fomentó tanto la inmigración ilegal como en los gobiernos del PP a pesar del discurso xenófobo actual.


h. Los gobiernos del PP sacaban pecho lógicamente, todo iba como un tiro. En la Región de Murcia se elevó a los altares a Valcárcel Siso. La oposición mientras tanto denunciaba que el modelo era insostenible, que no se podría mantener mucho tiempo, que el crecimiento tenía los pies de barro, que el precio de la vivienda no iba a crecer de por vida. Denunció con razón que se creaba empleo pero empleo precario, mal pagado, de baja cualificación. Que la sanidad y la educación estaba hecha unos zorros. Que nuestros jóvenes abandonaban los estudios precariamente para ser albañiles y comprarse el audi a los 18 años. Que faltaban médicos, enfermeras, policías. Que era un grave error no diversificar la economía hacía sectores más productivos y con mayor valor añadido. Los ciudadanos no les creyeron, y no solo eso, les castigaron electoralmente, convirtiéndolos en los enemigos de la riqueza y el crecimiento. El que algunos municipios socialistas jugasen al mismo juego terminó haciendo el resto.


i. Las denuncias sobre corrupción se sucedían mientras los ciudadanos, hipnotizados por la riqueza que veían alrededor, miraban para otro lado. Todos defendían que tenían mejor calidad de vida sin embargo las estadísticas demostraban que era solo una transitoria sensación psicológica, un espejismo. La Región de Murcia era la comunidad autónoma con los sueldos más bajos de toda España, con el mayor porcentaje de trabajo temporal, la renta per capita se alejaba de la convergencia europea y nacional, con el record nacional de economía sumergida y casos de corrupción abiertos por la fiscalía. Al mismo tiempo se encabezan ratios tan preocupantes como la Región con menos médicos y enfermeras por habitante. Faltaban policias y se invertía poco en educación. La industria, un sector sostenible capaz de crear empleo estable y de calidad, era arrinconada como nunca por los gobiernos populares. Todo al ladrillo oiga.


j. Se construyó un discurso nacionalista y facilón alrededor de las reivindicaciones del agua para despistar al personal, para que nadie tuviese el foco puesto en los negocios privados de los políticos y en sus "cameos" con los empresarios; el enemigo siempre fuera. Se afirmaba que no había agua para regar pero cada vez se construían más resorts y se proyectaban 30 campos de golf con miles de viviendas adosadas. Se pedía "agua para todos" mientras se quitaban caudales a los agricultores para garantizar el consumo de agua de boca, es decir, que no faltara agua para el ladrillo. Los políticos corruptos, con las campañas que pagaban los empresarios corruptores, vendieron que un señor malo nos quitaba el agua de los pobres agricultores y que eso estaba muy feo. Pero el cabreo no era ese, el bloqueo del tubo lo que hacía peligrar era al sector de la construcción. Aznar proyectó un trasvase del Ebro insostenible para Levante, agua muy cara que no podrían pagar agricultores pero sí los promotores. En ningún momento se dijo a quien iban destinados los caudales, simplemente se ponían a disposición para quien quisiera comprarlos. ¿Quién podía comprarlos? No hay que ser muy listo para darse cuenta de esto. Vaya negociazo para los grandes era el maldito tubo del Ebro. Pero los ciudadanos creyeron que el agua era para los pobrecitos huertanos. Les creyeron una vez más.


k. Se ofrecieron desaladoras, agua alternativa, ahorro, depuración, modernización, pero la gente solo quería el Ebro. Se pensaba en la salmuera (un problema técnicamente resuelto) pero nadie se inmutaba ante las pretensiones del gobierno regional para urbanizar espacios naturales como Calblanque o La Zerrichera. Es la incongruencia social más absurda. La espiral especuladora había llegado a su cima. Un foto lo resume todo: la TV autonómica se concedía a un grupo empresarial compuesto por promotores sin experiencia en el mundo de la comunicación. Las licencias de radio se daban todas a grupos afines a la derecha conservadora. La pluralidad informativa desaparecía y las redes clientelar se hacían con un peso cada vez mayor que abarcaba más y más influencia social.


l. Algunas informaciones empezaban, tímidamente, a descubrir el pastel. Altos cargos del PP o sus familiares directos estaban asociados en numerosas sociedades con potentísimos empresarios de la construcción. Nadie se inmutó. Curioso el crecimiento de una promotora autóctona en solo 5 años con el aval de una poderosa caja de ahorros que asumió un riesgo financiero que impresionó a los expertos en la materia. Pero nadie sabía nada, y lo que es peor, nadie quería saber nada. Más resorts, más ladrillos, más pelotazos, más chanchullos. Todo el mundo pringado, ofertas de trabajo, enchufes en los concursos, persecución de la oposición política, censura informativa con medios de comunicación silenciado por el dinero de la subvenciones. Bacanal absoluta, pajera abierta. ¿Cuanto tiempo podía mantenerse esta escalada?


m. Mientras tanto a Región de Murcia pierde la batalla de la imagen en España y Europa. Las salidas de tono de algunos políticos y la actitud agresiva hacia nuestros vecinos procuran una mala imagen de los murcianos en el exterior. "Agua para Golfos" y "Corruptos para Votos" son lemas que se empiezan a escuchar en Madrid, Sevilla o Barcelona, también en Bruselas o Londres. El apoyo social a los corruptos escandaliza considerado por nuestros vecinos como una muestra palpable de subdesarrollo social y cultural. Algunas denuncias en Bruselas y en las instituciones españoles dañan la reputación de una región pequeñita pero demasiado ambiciosa, bronca y con dirigentes con escasos escrúpulos. Nadie se fía de nosotros, desconfían porque nuestra avaricia y nuestras incoherencias chocan con el sentido común de los demás. Este punto en contra no nos hizo como es lógico ningún favor.


El paraíso parecía darse lugar en la Región de Murcia, pero un día todo cambió.....


a. Los tipos de interés comienzan a subir ante el riesgo inflacionista, hay tanto dinero en circulación que los precios suben con demasiada pujanza. Esto repercute en el euribor, que es el índice sobre el que se estipulan las hipotecas en Europa. Así el hipotecado ve como cada vez tiene que pagar más intereses y su cuota mensual se eleva. Mientras tanto los sueldos siguen estancados, por lo que se nota una contracción fuerte de la capacidad de consumo, es decir, se llega a final de mes con dificultades y la capacidad de gasto es menor.


b. Explota la burbuja inmobiliaria. Dejan de subir los precios de la vivienda. Es más, empiezan a bajar. Se acaba así con el periodo desenfrenado de subidas dándole la razón a aquellos que avisaron que esto terminaría siendo más un problema que una inversión. Si antes se compraba para ganarle un pico cada cierto tiempo al piso, ahora se estaba desvalorizando la vivienda. Eso comprometía las inversiones. Eso lo complicaba todo mucho más. Mucha gente empieza a ponerse nerviosa, la confianza económica se resiente.


c. Los bancos dejan de dar créditos porque no tienen liquidez, han prestado demasiado dinero a gente poco de fiar que no puede hacer frente a los pagos y así la crisis de las hipotecas subprime en EEUU amenaza el sistema financiero mundial. Los bancos no se fían entre ellos en las subastas interbancarias. Además muchas cajas de ahorro han adquirido demasiado riesgo en inversiones inmobiliarias lo que agrava enormemente el problema. Han apostado demasiado dinero en un ladrillo que pierde valoración a pasos agigantados.


d. Si no se dan créditos, además no se dan hipotecas, no se compran viviendas. Además las expectativas creadas con el pinchazo de la vivienda hacen que la gente espere a que bajen los precios para comprarse una casa. El FMI ha estipulado recientemente que los precios deben caer al menos un 20%. Quien quiera vender su casa debe bajar el precio, y aún así no se vende. El problema comienza a ser preocupante y el panorama, desolador.
e. Se frena el consumo, aumenta la inflación. La consecuencia es que las empresas obtienen menos beneficios. Ellas también están endeudadas y los tipos de interés les hacen daño. Además el sector inmobiliario, tan pujante estos años, hace crack porque no venden nada, algunos promotores empiezan a poner precios de coste para darle salida al stock aunque no se consiga un beneficio. Eso implica que empiecen a echar a trabajadores para cuadrar sus cuentas, ya no se vende, no hace falta personal, se disminuye la producción, por lo tanto, sobra mano de obra. Así en todos los sectores, pero en la construcción con mayor fuerza. El resfriado sin embargo amenaza con convertirse en gripe.


El panorama es el siguiente:


a. La obra de ingenería económico-empresarial ha sido un éxito. Los grandes capos del ladrillo han hecho muchos agostos consecutivos ayudados por los políticos de esta Región y la inocencia de millones de ciudadanos. Han dado enormes pelotazos, han recalificado grandes extensiones de terreno rústico y han sido beneficiados en numerosas decisiones político-administrativas. Sus cuentas corrientes están a rebosar. Sus fortunas se han hecho a nuestra costa, con nuestro sudor, con nuestra hipoteca por un bien cuyo valor está inflado. Son más ricos que antes y nosotros más pobres que antes. ¿Por qué digo esto?


b. Han especulado con un derecho constitucional, es de la vivienda. Durante años nos vendieron que lo razonable era comprar viviendas, que era una gran inversión, un gran negocio, un paraíso sin fin. Nosotros, con los mismos sueldos que hace diez años, nos hipotecamos a 40 años para pagar pisos que estaban sobredimensionados en su precio entre un 30 y un 50% del valor. Es como pagar un euro por un chicle o 1000 euros por un móvil de los normalitos. Lo más grave, lo hicimos con una enorme sonrisa en la boca.


c. Durante esos años ellos se enriquecieron mientras que nosotros pagábamos sus festines. Pero todos parecíamos contentos porque pensábamos que habíamos comprado por 50 algo que en dos años valdría 60. Era un engaño. Nosotros no lo sabíamos, ellos sí. Muchos de esos grandes capos del ladrillo han vendido sus acciones justo antes de la explosión de la burbuja inmobiliaria. Otros han diversificado sus actuaciones. La mayoría tiene resuelta su vida y el dinero a buen recaudo en un paraíso fiscal. Solo los pardillos que se metieron a la construcción sin ser profesionales se van a dar el golpe de su vida. Han comprado terrenos a precios desorbitados para construir unas viviendas que no se venderán, y para ello han empeñado sus negocios, ahorros y comercios. Tendrán que cerrar, renegociar deudas que pagarán toda su vida, y como no, tendrá que dejar en el paro a muchos de sus trabajadores.


d. Los ciudadanos nos encontramos con la gran estafa, endeudados, hipotecados. Vamos a estar pagando 4o años de nuestra vida por una hipoteca de 50 millones más intereses para un piso que en un año o dos no valdrá ni 30 millones. Y así con mil ejemplos, pongan las cifras que quieran. Cualquier inmueble o terreno que hayan comprado los últimos años valdrá la mitad en un horizonte cercano, pero usted seguirá pagando de por vida su precio original, el inflado. Es un empobrecimiento brutal, es una ruina. El golpe psicológico es mayor. Es una estafa en toda regla.


e. Como aumenta el desempleo, mucha gente corre el riesgo de ser despedido. Esa gente ni siquiera podrá pagar la hipoteca y el banco les embargará. Pero esto solo hace trasladar el problema al banco, que sin liquidez, nada puede hacer con un piso que vale la mitad y que además no se vende porque el mercado está roto. Eso estrangula aún más a los bancos, que no dan más créditos para el sector inmobiliario. Y vuelta a empezar. Algunos empiezan a pensar que a lo mejor no fue tan buena idea poner todos los huevos en la cesta del ladrillo. Muy tarde.


f. A los grandes capos no les temblará el pulso para cerrar sus negocios e irse al Caribe a todo lujo. Despedirán a sus trabajadores y a buenas horas nos conocimos. Millones de viviendas quedarán vacías en los municipios de esta Región, vacías, otras medio levantar. Albañíles, fontaneros, electricistas, al paro. Ellos han tenido mucho trabajo sí, pero también se han endeudado por encima de sus posibilidades. Es la pescadilla que se muerde la cola. Esa gente ya no consumirá, no irá de compras, a restaurantes, de viajes por lo que estos negocios también se verían afectados, tendrán que despedir a más gente, etc, etc y vuelta a empezar. ¿Podrá pagar su hipoteca, su cochazo? Lo dudo. ¿A dónde va? No hay tejido industrial, no hay alternativa.


g. ¿Qué ha pasado en la Región de Murcia? Le hemos hecho la cama a los capos y a los políticos corruptos. Otras comunidades también han construido pero han diversificado más su actividad. Los partidos de la oposición llevan años pidiendo un cambio de rumbo para el modelo económico. Valcárcel, el PP y los ciudadanos han censurado ese discurso. Creían que este nube de humo iba a durar toda la vida. No se ha apostado por la industria, por la innovación, por la modernización de nuestra agricultura. No se ha aprovechado la época de vacas gordas para tener una cosecha segura para cuando lleguen las flacas. Los casos de corrupción y nuestra mala imagen hacen desconfiar a los extranjeros que ya no invierten como antes avisados de la situación que se vive aquí y las estafas inmobiliarias que se suceden. Hay destinos más económicos y seguros en la Europa del Este, por ejemplo Croacia.


La conclusión es que los gobiernos del PP han empobrecido enormemente a los ciudadanos de la Región de Murcia; también algunos del PSOE que han jugado a lo mismo, nadie lo niega. Ha sido una gran estafa. Ellos, los grandes empresarios y sus acólitos, seguirán paseando en Mercedes y yendo de vacaciones al Caribe, la crisis no les afectará, o les afectará menos porque tienen la despensa llena (siempre la han tenido). Pero el ciudadano que tan alegremente ha plegado la cabeza y besado sus pies se queda ahorcado, con una pésima ordenación del territorio, con ciudades fantasma, con espacios naturales destrozados por el ladrillo, con ciudades insostenibles sin servicios sociales, con problemas de tráfico, con un modelo económico que ha quebrado. Sin dinero, hipotecados pagando por algo sin valor y vuelta a empezar. Los listos han ganado. ¿Todavía no nos hemos dado cuenta? Ya caeremos.
Por eso, cuando veo como un pueblo entero se lanza a besarle los pies al corrupto, me escandalizo. Pobres ignorantes, no saben lo que les espera. Esos mismos son los que han arruinado vuestras vidas. En unos años les maldeciréis y escupiréis por la calle. Mientras tanto al murciano siempre le quedará Zapatero...la culpa de Zapatero.

De aquí

Rarindra Prakarsa

4/4/08

Fiesta nacional

Inmadurez humana y religión

Empieza a ser irritante el tono de superioridad moral con que muchos de los fieles de cualquier confesión o credo y las jerarquías religiosas que los propagan han dado en mirar a quienes adoptan ante la convivencia civil y la enseñanza una postura agnóstica y laica. Ahora insisten en ello las autoridades católicas, con Joseph Ratzinger a la cabeza y los obispos españoles haciendo de coro repetitivo de sus manidas orientaciones morales. Igual que los de cualquier otra antigualla religiosa, vuelven los católicos a la cantinela de que la familiaridad con la ética y las exigencias de la moral son una prerrogativa de los creyentes de la que probablemente carecen aquellos que no comulgan con fe religiosa alguna.

Resulta asombroso contemplar cómo se ignora la evidencia de que una parte no menor de los grandes desastres morales de que hemos sido testigos durante años y años se ha producido en nombre de creencias religiosas o ha sido provocado y alentado por quienes decían obedecer tales convicciones. Y no menos sorprendente es admirar -porque es, en efecto, algo tan paradójico que es casi admirable- la facilidad con la que esos credos se armonizan con prácticas políticas y económicas de las que sabemos con toda certeza que -ésas sí- son la causa del dolor, la pobreza y el sufrimiento de millones de seres humanos, es decir, de la gran inmoralidad contemporánea.

La complicidad de tantos prelados y fieles con la apoteosis del libre mercado, las dictaduras más inmundas o los nacionalismos más excluyentes son ejemplos bochornosos de esa paradoja. Y sin embargo los únicos que parecen responsables, los únicos a quienes se reputa de inmorales, son los que han renunciado a guiar su vida o su conciencia civil por creencias de esa naturaleza. Ante tal argumento perverso me propongo reivindicar la superioridad moral del laico sobre el creyente.

Con esta nueva monserga integrista se nos quieren escamotear de nuevo más de dos siglos de pensamiento. Por poner un nombre: en 1793 empezaba Kant su prólogo a la primera edición de La religión dentro de los límites de la mera razón con una afirmación que, digan lo que digan, es ya incontrovertible: "La moral no necesita de la idea de otro ser por encima del hombre para conocer el deber propio ni de otro motivo impulsor que la ley misma para observarlo". Para decirlo claro: la moral no necesita de la religión; se basta a sí misma, sin esa clase de andaderas, porque tiene un sustento suficiente en la racionalidad humana. Este elemental punto de partida sirve para definir lo que puede ser la moral de un laico frente a esa otra moral necesariamente débil y vicaria que es la moral del creyente.

Lo que triunfa con el impulso ético ilustrado, la tolerancia religiosa, y la separación Iglesia-Estado, es la idea de la esencial igualdad moral de los seres humanos al margen de sus convicciones religiosas; la idea de que no es la religión lo que confiere su calidad moral a las personas, sino una condición anterior que no es moralmente lícito ignorar en nombre de religión alguna y que no debe ceder ante consideraciones de carácter religioso. Esa igualdad constituye el núcleo de la ética contemporánea, y con ella también de toda política justa, porque exige del poder que no haga distinciones en la estatura moral de sus ciudadanos.

Y esa idea de dignidad humana que sustenta todo el edificio de la moralidad laica se funde con la noción de autonomía de la persona como capacidad de conformar en libertad y a partir de sí las convicciones morales y los principios que han de presidir el proyecto personal de su vida. A esto, algún documento episcopal reciente lo ha llamado "deseo ilusorio y blasfemo" de dirigir la vida propia y la vida social, mostrando así de nuevo que, aunque se condimenten ahora con la salsa fría del libre mercado, ser católico y ser liberal siguen siendo dos menús incompatibles.

Pues bien, esa dignidad de ser moralmente autónomo se le confiere a toda persona humana en condiciones de plena igualdad, de forma que si es una blasfemia, es la blasfemia que sustenta todo ese pensamiento ético, y se expresa en ciertas exigencias morales que el pensamiento religioso, de cualquier clase que sea, dista de haber asimilado bien. La religión y su sedimento moral han ido siempre detrás de esas conquistas éticas, y generalmente en contra de ellas. Incluso la idea de derechos humanos, corolario directo de ellas, fue negada y perseguida sañudamente por la jerarquía católica hasta bien entrado el siglo XX. Nuestros obispos saben que pueden presentarse abundantes textos papales que tratan a tales derechos de errores morales absolutos. Por no mencionar algo que pervive aún en casi toda moralidad religiosa: la posición de la mujer en un plano subalterno que le niega el acceso a la jerarquía y la gestión del misterio.

Los obispos españoles sólo siguen la estela de ciertos lugares comunes muy cultivados por Joseph Ratzinger, al que no puedo llamar "pontífice", o hacedor de puentes, porque, como su antecesor, parece más bien empeñado en destruir los pocos y débiles que penosamente se habían ido levantando. En su doctrina moral exhibe una terca insistencia en las perversiones del "relativismo" como causa próxima de todos los males contemporáneos. Y a veces equipara subliminalmente laicismo y relativismo, deslizando con ello la idea de que una cosa lleva necesariamente a la otra. Pero esto es sencillamente falso.

La moral de los laicos puede ser tan firme como cualquiera y tiende además a ser menos acomodaticia que la moral del creyente. La ética religiosa que pende de los designios de la divinidad (o de sus intérpretes terrenales, que parecen aún más antojadizos) tiene justamente problemas de relativismo que conocemos al menos desde Platón. Cuando, en diálogo con Eutifrón, Sócrates le pregunta si lo bueno es querido por los dioses porque es bueno o es bueno porque es querido por los dioses, el problema de la moralidad religiosa está servido. Si lo primero, entonces la voluntad de los dioses no muestra por qué es bueno; para descubrirlo tendremos que pensar como laicos. Si lo segundo -es decir, que sea bueno sólo porque así lo quieran los dioses- condena a la ética religiosa a un desconsolador relativismo: las cosas serán o no serán buenas según se les antoje a los dioses. La moralidad será, pues, relativa a la voluntad de los dioses (o, como sucede de hecho, a las cambiantes voces de sus supuestos representantes en la tierra). No cabe por ello en esta ética aquello que define a una conciencia moral madura: poder alzar la voz ante cualquier dios para decirle que sus designios son injustos. Sólo una convicción moral que no sujete sus máximas a los dictados de un "ser por encima del hombre", es decir, sólo una convicción moral laica, es capaz de eso.

El relativismo de la moral religiosa se acentúa, además, muchas veces al añadirle otros ingredientes todavía más vacíos y mudables. Las viejas religiones apelan tercamente a la tradición para sostener la vigencia de sus ideas morales y justificar la protección pública. Pero cada tradición justifica una moralidad diferente, y, si hemos de ser consecuentes, todas ellas serían sólo por ello válidas. ¿No es esto el núcleo mismo de la ética relativista?

Por no mencionar algo que no podemos olvidar fácilmente, y menos en España: que con desdichada frecuencia los creyentes se han aliado y se alían con ideales nacionalistas y patrioteros, o, como en el Oriente Próximo, se obcecan con la quimera de un territorio sagrado como receptáculo de su vida moral como pueblo. La cantidad de maldad y de sangre que han producido esas apuestas morales relativistas sustentadas en tradiciones y credos nacionales no necesita ser recordada entre nosotros. Frente a ellas es preciso afirmar la igual dignidad moral de todos los seres humanos, la perentoriedad del respeto a sus derechos básicos y la universalidad de sus exigencias ante cualquier ética casera o fideísta. O, lo que es lo mismo, es preciso vindicar nuevamente la calidad moral del pensamiento laico.

De aquí.