6/4/08

Ultraje

Conocí ayer que Jaume D’Urgell ha sido condenado por sustituir la bandera monárquica por la bandera tricolor /.../. La condena (explicada y colgada en La Democracia, el diario digital que edita Jaume) afirma que esa sustitución es un ultraje a España. Tres días antes, en la iglesia de los Jerónimos, íntimamente ligada a la monarquía española (en ella se celebró, por ejemplo, el funeral de Juan de Borbón) se conmemoró el día de la Victoria, pues se cumplían sesenta y nueve años de la victoria militar del fascismo europeo sobre la República democrática representada por la bandera que, al parecer, ultraja a España.

El acto de los Jerónimos, que ningún juez considerará nunca como un ultraje a España,  contó con la emocionada presencia de la hija del genocida Francisco Franco (Carmen Franco) y con el líder tradicional del fascismo español, Blas Piñar. En él los asistentes besaban como podéis ver la bandera que simboliza el genocidio franquista. No hay problema: esto es un ejercicio de la libertad de expresión.

En cambio, Jaume D’Urgell sustituyó la bandera monárquica por la plenamente democrática bandera tricolor durante el ejercicio de un derecho reconocido por la Constitución (fue durante una manifestación) con el que se reivindicaba el cumplimiento de otro derecho igualmente reconocido por la Constitución (el derecho a una vivienda digna). Derechos reconocidos por la Constitución de esa España que no se siente ultrajada por el homenaje al fascismo genocida y golpista, pero sí por la reivindicación desobediente de una república democrática.

¿Qué España es esa que se siente ultrajada por la apuesta democrática y no por la apología del fascismo en uno de sus templos simbólicamente más ligados a su poder? Muchos se escandalizan de que en la izquierda evitemos el uso de la palabra ‘España’ y utilicemos frecuentemente referencias jurídicas (’Estado’) para describir esta porción del mundo. Este tipo de sentencias vienen a confirmar lo que todos sabemos: que esa ‘España’ es de derechas, es de los nacionales que generosamente transigen con la existencia de otros siempre que no cuestionen el statu quo. España sigue siendo, en el imaginario colectivo tan brillantemente reflejado por la sentencia, una España nacional que sigue queriendo cautivar y desarmar al ejército rojo.

Es una España digna de ultraje y de jueces como el que ha condenado a Jaume.

Enhorabuena, Jaume.

De aquí

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