5/1/08

Píos deseos al empezar el año electoral

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¿Qué es, entonces, lo que se va a dirimir en las próximas elecciones generales? Aunque, por lo dicho, no lo parezca, algo muy importante, tan importante que toca nada menos que a la raíz misma de la democracia. Para que ésta funcione es menester, claro está, que haya la posibilidad de una alternancia en el poder, por lo común entre la derecha y la izquierda. Pero, ¿qué es lo que ocurre si una de ellas no está capacitada para gobernar? ¿No fallarán, en tal caso, los fundamentos mismos del sistema? Según el PP, esto es, la derecha, el Gobierno de izquierdas ha sido un desastre sin paliativos en sus políticas antiterrorista, exterior, territorial, religiosa, de inmigración, sobre la familia. Tanto yerro sólo tendría una explicación y es que la izquierda, por su naturaleza sectaria e ignorante, no puede gobernar bien y no debería tener nunca el poder, del que hace tan mal uso. Eso, huelga decirlo, no es lo que se piensa en los demás países avanzados, donde por mucho que se critiquen entre sí, izquierda y derecha se aceptan y se respetan.

Lo que no hacen es descalificarse continuamente, que es lo que ha hecho en los últimos cuatro años el PP. Tan disparatada es esa actitud que, sin duda con miras a las elecciones, ha recogido velas e intentado moderarse, aunque como la inercia es grande, hay dirigentes y medios de comunicación que ya no saben ejercer una crítica civilizada. El mal que se ha hecho, en cualquier caso, es grande. En un país con una historia como la nuestra, con enfrentamientos en el pasado que fueron a muerte, es imperdonable volver a alzar barreras contra la convivencia. Tan imperdonable es que sólo por ello los populares no se merecen ganar las elecciones del 9 de marzo. No es que los socialistas lo hayan hecho todo bien. El Gobierno ha pecado de ingenuo en política antiterrorista, de precipitado en política territorial, de vacilante en política social, de triunfalista en política informativa. Pero premiar por ello a una derecha tanto tiempo instalada en la incivilidad no sería bueno. Si se comprobara que da fruto la descalificación permanente del gobierno de turno, ¿no se vería tentada la izquierda, si pasara a la oposición, a adoptar la misma actitud? ¿No sería malo para el país que prosiguiera la situación actual, sólo que al revés, con un Rajoy como presidente enfrentado con movilizaciones casi continuas y tildado a todas horas de retrofranquista, homófobo, integrista, xenófobo, belicista, anticatalán, antivasco, antiecologista?

Todo ello por descontado que sería falso, como falso ha sido lo que se ha dicho del presidente Zapatero y de su Gobierno durante toda la legislatura que ahora acaba. De producirse tal situación, se ahondaría la brecha entre derecha e izquierda y acabaría en entredicho el progreso mismo, demostrando con ello que somos un país políticamente poco desarrollado.

En suma, hay que desear que las elecciones obliguen a unos a centrarse y moderarse para ganar dentro de cuatro años e incite a los otros a mejorar su labor de gobierno. Y, desde luego, impulse a todos a tratarse con el respeto y la tolerancia que son de rigor en un país avanzado.

De aquí.

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