8/3/08

Repitiendo errores (muy graves y con consecuencias)

Como cuatro años atrás, la cita con las urnas llega manchada de sangre por la acción vil del terrorismo, esta vez ejecutada por la mano de un cobarde pistolero de ETA. Como cuatro años atrás, los ciudadanos llegan a la jornada de reflexión acongojados por la sinrazón de la violencia. El voto se convierte así en algo más que el ejercicio de un derecho: es la respuesta clara y contundente a los asesinos, el arma democrática de que disponen los ciudadanos para defenderse mañana de quienes les agreden, de quienes llevan décadas tratando de que descarrile el proyecto de futuro compartido de los españoles.

Sin embargo, como si de una maldición se tratara, al dolor del asesinato del ex concejal socialista Isaías Carrasco se unió anoche, una vez más, para estupefacción y rabia de muchos ciudadanos, la incapacidad de ciertos políticos para estar a la altura de las circunstancias. Como en 2004, el PP vio en el atentado la posibilidad de desgastar al rival y obtener réditos electorales.

Para ello, el PP no dudó en acudir a la reunión de los grupos parlamentarios en el Congreso de los Diputados que debía pactar una declaración común de repulsa y unidad con una exigencia que sabía que sería rechazada por el resto de los partidos: la revocación de la resolución de la Cámara baja que avaló el diálogo con ETA. El PP firmó esa declaración para minutos después destacar públicamente en una conferencia de prensa que le parecía insuficiente, y sembrar así de nuevo el germen del enfrentamiento entre los demócratas, tan sólo unas horas después de un crimen terrorista.

En lugar de potenciar lo que une, el PP decidió poner sobre la mesa lo que separa. Con el Congreso disuelto, a 48 horas de las elecciones y con el cuerpo del ex concejal socialista todavía caliente, al representante popular, Ignacio Astarloa, al que hasta hace pocos meses muchos aún consideraban un hombre razonable, no se le ocurrió otra cosa mejor que reclamar la revocación de un texto que había sido aprobado por todos los grupos. El objetivo no era otro que erosionar al Gobierno y sembrar la duda sobre la honestidad del presidente Zapatero y su partido cuando afirma que ya no cabe ninguna opción de diálogo con ETA. La víctima de ayer era militante, precisamente, de ese partido. Falta saber, y los ciudadanos tienen el derecho a conocerlo antes de acudir mañana a las urnas, si Astarloa actuó por iniciativa propia o por órdenes de su jefe político, Mariano Rajoy. El presidente del PP no debería permitir que esta duda ominosa se alargue ni un minuto. No se trata de la política, es la dignidad personal lo que está en juego.

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De aquí.

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