28/12/07

Lo que no me ha sorprendido

Acaba de hacerse pública la sentencia de un juicio que ha durado años y que se ha gestado a la sombra de los distintos vaivenes e intereses políticos. Ha sido conocido como el macroproceso 18/98. Lo comenzó el juez Baltasar Garzón y se supone que, una vez finalizado, ha quedado descabezado lo que sería el entorno de la punta más violenta del independentismo vasco. En el juicio se condena a más de 500 años a 47 personas, /.../, acusadas de pertenecer, de una u otra manera, a ETA. No he leído la fundamentación de la sentencia ni pertenezco al gremio de expertos en la materia.

Los doctores, por tanto, tienen la interpretación jurídica y para ellos es, por tanto, la tarea. Lo que me ha sorprendido, o mejor, lo que no me ha sorprendido es el saludo alborozado de tanto difundidor de consignas, denominando a dicha sentencia “histórica”. Es de suponer que si en vez de 500 años hubieran sido 5.000, la sentencia se consideraría aún más histórica, y así hasta el infinito. Bonita forma de acoger con imparcialidad y neutral honestidad un juicio. Un juicio, como indiqué, lleno de trancas y barrancas. Lo normal, algo en nuestros días ideal, es que se hubieran ofrecido argumentos y contraargumentos, de modo desapasionado. En vez de ello, todo un huracán de loas condenando al silencio a quien se atreva a poner una coma.

Todavía me ha sorprendido, o no me ha sorprendido, que personas obligadas a cuidar con mimo y celo el lenguaje hablen de “entramado” y de “entrañas” (al final va a parecer un asado argentino). Este lenguaje metafórico, en vez de aclarar, confunde. Porque diluye los conceptos y posibilita que se haga pasar el gato de una determinada ideología por la liebre de la violencia. Yo conozco a alguna de las personas condenadas y, estoy convencido, tienen que ver con la violencia lo que tendría que ver un padre franciscano o, si se quiere apurar más, un padre capuchino.

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A Sabino Ormazabal le han caído 9 años de cárcel, no mucho menos de las penas a las que acostumbra a condenarse a asesinos o violadores confesos. A Iñaki O’Shea le han premiado con uno más. Me precio de ser amigo de ambos, aunque en los últimos tiempos he tenido más contacto con Sabino. Jamás vi en él concesión alguna a esa violencia que la sentencia dice condenar y que el ojo del juez, corregido y aumentado por los bienpensantes obedientes a lo que en el momento convenga, ha escudriñado. Me imagino que lo que acabo de escribir no servirá de excusa para que se me acuse de formar parte de ningún entramado. A no ser que a alguien se le ocurra, y candidatos a tales ocurrencias hay muchos, crear un nuevo concepto jurídico: la existencia del entramado del entramado.

De aquí.

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